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Ella, sin aguardar contestación, se alejó diciendo: ¡Uf! ¡Cómo apesta usted a vino! Venga usted acá. ¿Para que me siga usted dando el rato? contestó desde lejos. No, para presentarle a usted este señor.

La joven fue derecha al cuarto de su padre y se encerró en él durante largo rato. Nadie supo lo que pasó dentro. Los que a la puerta esperaban oyeron sollozos, frases confusas pronunciadas en tono colérico, ruido de sillas.

Accedió el coloso, sonriendo al pensar en la inutilidad de dicho registro. Además, el catedrático quiso hacerle admitir como un gran honor el hecho de que iban á ser las hermosas muchachas de la Guardia las que huronearían en sus bolsillos, en vez de aquellas hembras feas de la policía á las que había hecho pasar un mal rato.

De pronto, a algunos pasos de distancia, vio a San Nicolás, el taumaturgo. Era un hombrecillo de pelo gris, con pantuflas tártaras muy agudas y una pequeña aureola dorada alrededor de la cabeza. Pomerantzev avanzaba cabizbajo, y el santo también, sin ruido alguno, como si anduviese sobre una espesa alfombra. Durante largo rato, uno y otro guardaron silencio.

Rafael contempló largo rato los edificios, temiendo que en su oscura masa se iluminase una rendija, se abriera una ventana y asomase el capataz alarmado por la carrera de los mastines. Transcurrieron algunos minutos sin que en Marchamalo se notase el menor movimiento.

El duque prescindió por un rato de sus convidados, escuchando atentamente a los ingenieros, que le iban apuntando lo que pensaban acerca del negocio.

El teniente, que era un mancebo de veinte años, bastante simpático, dio la orden de colocarse en dos filas, dejando a los presos en el medio. Al poco rato comenzó a llover fuertemente.

Y á la verdad, cosa de guerra debía de ser, porque á poco rato salieron todas ó casi todas las palabras del Diccionario, con fuertes y relucientes armas, formando un escuadrón tan grande que no cupiera en la misma Biblioteca Nacional.

ARROZ BLANCO. Para una cucharada de manteca de vaca se pone un ajo y se fríe bien y se tira; en aquella manteca se echa una taza grande de arroz y se le da unas vueltas; se echa agua hirviendo y la sal necesaria. Se ha de procurar que quede bien cocido y el grano entero. Si se ha de presentar bien se pone al horno un rato en un molde; se saca a una fuente y se ponen alrededor huevos fritos.

Después de haber disfrutado por largo rato del placer de verse, como los inmortales en el Olimpo, aislados y encima del resto de los seres de la creación, aquella sociedad hizo irrupción en el Campo de los Desmayos, para contemplar los fuegos artificiales de los renombrados pirotécnicos palentinos.