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Aquesta fué la presa mas famosa, Y robo que jamas hizo cosario: Su hambre, tan canina y tan rabiosa, De plata bien hartó aqueste adversario. Que es cosa de decir muy mostruosa, El número de plata, y temerario Negocio nunca visto ni leido, Que á cosario jamás ha sucedido.

Y de nuevo caía sobre él agarrando su cabeza, oprimiéndola con furia sobre su robusto y firme pecho, en cuyas desnudeces se perdía la anhelante boca de Rafael, poseído también de avidez rabiosa. Ya no canta el ruiseñor murmuraba el joven. ¡Ambicioso! decía riendo quedamente la artista. ¿Ya quieres oírle de nuevo?...

¡Oh cruel e inconsiderada mujer -decía-, con qué facilidad te moviste a poner en ejecución tan mal pensamiento! ¡Oh fuerza rabiosa de los celos, a qué desesperado fin conducís a quien os da acogida en su pecho! ¡Oh esposo mío, cuya desdichada suerte, por ser prenda mía, te ha llevado del tálamo a la sepultura!

Creyó que la helada muerte ya alzaba el horrible brazo sobre la rubia cabeza que era su vida y su encanto, y viendo que Dios no oia sus ruegos, se volvió al diablo, con la rabiosa esperanza del que está desesperado.

El capitan Rui Diaz Melgarejo, Porque de la rabiosa se recela, A nuestro Adelantado por consejo Que le despache en la caravela. Con ella, y con un mal bergantinejo, Se hace el buen Rui Diaz á la vela, Al preso Abarorì lleva consigo, Que promete guiarle como amigo.

Ramiro cercó con su brazo el cuello de la niña oprimiéndola con dulzura. Sintió entonces el impulso frenético de poner sus labios sobre los labios de la doncella, de beber y morder en ellos el amor, la lujuria, el delirio, ¡locamente!, y la atrajo por fin hacia él con rabiosa vehemencia. Beatriz lanzó un grito: ¡Alvarez! Uno y otro volvieron el rostro.

Y Mariquita bebía ansiosamente, con una sed rabiosa, deseando renovar la sensación de frescura en su boca ardiente como si llevase fuego en el estómago. De vez en cuando protestaba. Que me voy a emborrachá, Luis. Que creo que ya lo estoy. ¡Y qué! exclamaba el señorito. Yo también estoy borracho, y tu padre, y todos lo estamos. Para eso es la fiesta.

Currita, prescindiendo también de su emoción artística, inclinóse vivamente al oído de Leopoldina, para preguntarle rabiosa y preocupada: Pero, mujer... ¿A quién mirará tanto Jacobo en ese palco de arriba?... Leopoldina volvió lentamente la cabeza, con ese arte inimitable que tienen las mujeres para ver sin mirar, y echó una rápida mirada al palco del Veloz.

Cuídese usted, don Ramón, decían los curas amigos, únicos que osaban aludir a los desórdenes de su vida. Va usted haciéndose viejo y a su edad, vivir como un joven, es llamar a la muerte. Sonreía el cacique, orgulloso en el fondo de que los hombres conocieran sus hazañas, y volvía a sumirse en su rabiosa hidropesía, sintiendo que cada trago de placer le quemaba con nuevos deseos.

Estos viajes, que en otro tiempo entusiasmaban á Ferragut, tenían ahora como final una decepción. Después de pagados los gastos y de haber vivido con rabiosa economía, apenas quedaba algo para el armador. Cada vez eran más numerosos los buques de carga y el flete más barato.