United States or Niger ? Vote for the TOP Country of the Week !


En el tercer piso se detuvo, no sin algún sobrealiento, y abriendo las puertas de dos gabinetes contiguos, pero independientes, encendió con pajuelas las bujías colocadas, sobre la chimenea, y fuese. Artegui y Lucía permanecieron unos segundos callados, de pie, en la puerta de las habitaciones. Al fin pronunció él: Es natural que quiera usted lavarse y quitarse el polvo, y descansar un rato.

El hombre del bastón, que era al parecer quien había hablado, avanzó dos pasos por la sala y sin quitarse siquiera el sombrero, preguntó a don Mariano con tono áspero: ¿Es usted don Mariano Elorza? La mirada del anciano caballero centelleó de indignación. Ante todo, quítese usted el sombrero.

Y se sentaba Lucía, sola en su cuarto en una silla sin espaldar, sin quitarse los vestidos, ya a más de medianoche, y a poco rato se levantaba, se miraba otra vez al espejo, y se sentaba nuevamente, la cara entre las manos, los codos en las rodillas. Luego rompía a hablarse: Yo me veo, , yo me veo. ¿Qué es lo que tengo, que me parezco fea a misma? Y yo no lo soy, pero lo estoy siendo.

Los cerró Sol venturosa de verse tan querida por su amiga, y cuando los abrió, se vio en el brazo, e hizo por quitarse con un gesto que Lucía le detuvo, un brazalete de cuatro aros de perlas margaritas. , , es muy rico; pero yo quiero que lo tengas. No: nada, nada que me digas: ¿ves? yo tengo aquí otro, de perlas negras. ¡Y nunca, nunca te lo quites!

Y poniéndose en pie empezó á quitarse el batín que usaba en el taller. Entró en su cuarto; se vistió con mucho esmero para un pintor que va sencillamente á buscar un apunte, y tomó el camino del bosque. Si Roussel estaba alarmado por la carta de Mauricio y si éste experimentaba hacía dos días una extraña agitación, la señorita Guichard y Herminia tampoco estaban tranquilas.

Después de su trabajo en cualquier plaza de provincias, volvía al hotel seguido de su cuadrilla, pues todos vivían juntos. Sentábase sudoroso, con la grata fatiga del triunfo, sin quitarse el traje de luces, y acudían los «inteligentes» de la localidad a felicitarle. Había estado «colosal». Era el primer torero del mundo. ¡Aquella estocada del cuarto toro!...

Repartía el cogulla a diestro y siniestro golpes de cuchara, y ellos se aporreaban para quitarse la ración, y entre manotadas y coces iban logrando la parte correspondiente, para retirarse después a un rincón, donde pacíficamente se lo comían. Yo les miraba con lástima, cuando divisé en el hueco de una puerta una figura que me hizo quedar perplejo y aturdido.

No tengas cuidado; vendrás con nosotros. Luego, al verla subir la escalera y desaparecer en la buhardilla, se dijo: ¡Tiene miedo de quedarse en el nido! Fuera, el silencio era muy profundo. Dieron las once en el reloj de la iglesia. El almadreñero se sentó para quitarse las botas.

¡Pero si me la quité hace dos años y al día siguiente me llevaron a la cárcel en Veracruz! Don Germán soltó a reír y le abrazó de nuevo. Elena le tiró de la manga diciéndole por lo bajo: ¡Basta, Germán, basta! En efecto, el paisano Barragán, según explicaba más tarde Reynoso a sus amigos, nunca había logrado quitarse de encima aquella gran traza de ladrón, aunque lo intentó repetidas veces.

Al hacer mi entrada en el hotel, los habituales huéspedes de la casa salían de un profundo comedor y se esforzaban en quitarse por la aplicación del tabaco en varias formas, el sabor detestable de la cena recién ingerida.