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Pero no obstante, quiso Dios quitarle un poco de aquel exceso de dulzura en que estaba su alma felizmente anegada, permitiendo á la parte inferior trabajase y diese que hacer á la superior, para que fuese tanto más glorioso el triunfo y la palma, cuanto fuese más dificultosa la victoria; porque corriéndole por las venas un sudor frío, se puso pálido y se le representó tan fiera la vista de la muerte, que le hizo muchas veces entrar en duda si debía ejecutar aquella empresa; y cada vez que pensaba en ella temblaba todo, y mostraba en lo exterior señales de la batalla interior; y no si por sus ordinarias enfermedades ó por nueva destemplanza de los humores que causaba á todos los miembros aquel combate del espíritu y de la carne, le bajó á las piernas un humor maligno que le obligó á hacer cama, pretendiendo, al parecer, la naturaleza, con aquellos extremos, conservar la vida, á quien tan de cerca amenazaba la muerte; y de hecho el V. Padre estaba en gran perplegidad y angustia de ánimo, de suerte que no se atrevía á resolver por mismo, y era espectáculo digno de compasión verlo batallar consigo mismo, venciendo una vez más, y quedando otra vencido, siempre pensativo y como asombrado con esta lucha.

Después de tales palabras quiso correr, pero se vió detenida en mitad de su carrera por un obstáculo. El Hombre-Montaña había colocado una de sus manos sobre la mesa, manteniéndola en posición vertical, con el pulgar en alto.

Cuando él me favoreciera, Mi favor lo hubiera sido; 700 Mas no me quiso entender: Tomo la amistad del Conde. Agora tibio responde. Aun no ha llegado á querer. DO

Lo absurdo del deseo la decidió. Ella iría también: le interesaba ver La Rinconada. Gallardo sintió miedo. Pensó en las gentes del cortijo, en los habladores, que podrían comunicar a la familia este viaje. Pero la mirada de doña Sol abatió todos sus escrúpulos. ¡Quién sabe!... Tal vez este viaje le devolviera a su antigua situación. Quiso, sin embargo, oponer un último obstáculo a este deseo.

Se le ofreció un destino en un pueblo de la provincia, a tres leguas de la capital, un destino humilde, pero mejor que la administración del periódico mejicano. Bonifacio aceptó, se volvió a su tierra; quiso saber a quién debía tal favor y se le condujo a presencia de un primo de Emma, rival algún día de Reyes. A la semana siguiente Emma y Bonifacio se vieron, y a los tres meses se casaron.

Llegó la respuesta de Rocafort á Galípoli, y el infante no quiso determinarse sin el parecer de Berenguer de Entenza, y Fernan Jimenez, y de algunos otros capitanes bien afectos á su servicio, y de gran conocimiento de las trazas y designios de Rocafort.

Apenas se acomodaron todos de nuevo, D. Peregrín, que hasta entonces se había mantenido dentro de una locuacidad ordinaria, estimulado por la presencia de D.ª Teodora, quiso dar gallarda muestra de sus maravillosas aptitudes para amenizar cualquier tertulia.

El príncipe le invitó á ocupar el sillón inmediato, pero Castro sólo quiso sentarse ligeramente en uno de los brazos del mueble, para indicar su deseo de que la entrevista fuese corta. Además, habló él primero, exponiendo rudamente su pensamiento, sin preámbulos. Te habrá dicho el coronel mi respuesta.

Además, en el momento de la despedida yo estaré también presente y te infundiré valor. »Le prometí lo que quiso. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Después quiso entrar en consideraciones filosóficas sobre la magnitud del delito y sobre la conveniencia para la sociedad de que los tribunales castiguen con mano firme en estos casos, pero le atajó el presidente.