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Acudían en tropel a su memoria palabras sueltas que en días anteriores habían llegado hasta ella y la demostraban ahora la certeza de lo que decía su amante... ¡Rafael destinado por su madre a otra mujer!... ¡encadenándose para siempre si ella partía!... Y yo no quiero, ¿sabes Leonora? continuó el amante con tranquila firmeza Yo sólo soy tuyo, sólo te amo a ti.

Jamás las sacará usted de otra parte. Es preciso exclamó la joven con una especie de violencia. Además ya no tiene remedio. Este acceso no ha sido sino una sorpresa... Todo lo que es bello y todo lo que es amable... quiero odiarlo y lo odio. ¿Y por qué? gran Dios. Miróme á la cara y agregó con un gesto de dignidad y de dolor indecible: Porque soy bella y no puedo ser amada.

3 Porque esto es lo bueno y agradable delante del Dios salvador nuestro; 4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad. 8 Quiero, pues, que los varones oren en todo lugar, levantando manos limpias, sin ira ni contienda.

Si éstos me siguen continuó el Barrabás con énfasis , si no son unos cobardes como mis consortes, ya oirás hablar de ... Algún día puede que os tape con onzas de oro a padre y a ti... Cada uno sabe lo que le conviene. ¿Qué había de ser yo? ¿albañil, como mi padre? Muchas gracias; no quiero morir aplastado lo mismo que un sapo, o en medio de la calle pidiendo limosna.

Señor cura díjole Magdalena, supliqué a papá que le llamase porque siendo mi director espiritual de siempre, quiero confesarme con usted. ¿Está dispuesto a escucharme? El sacerdote hizo un signo afirmativo. Magdalena volviose hacia su padre y le dijo: Papá, déjeme usted sola un instante con este otro padre que es padre de todos.

Quiero conceder que cuando hayamos leído la carta dirigida a sor Ana Brighton, en esa hoja escrita por la Condesa dos horas antes de su muerte, encontraremos que no solamente no hablaba de morir, sino que, por el contrario, expresaba su certidumbre de una felicidad inmediata. Pero hoy por hoy, si la lógica ha de valer algo, tenemos que creer en el suicidio.

Quiero que seas leal conmigo, como yo lo soy contigo. En cuanto te canses avisas... Aquí no me entres a ningún hombre, porque si algún día descubro gatuperio, me marcho tan calladito y no me vuelves a ver... Lo mismo haré si lo descubro fuera. Si te portas bien, no dejaré de protegerte, ni aun en el caso de que me fuera preciso dejarte».

Nuestra huida rectificó ella. Nuestra huida, perfectamente. Pero los hilos de nuestras vidas se acaban, se acaban si los seguimos devanando... ¡Y para qué morir tan jóvenes!... Además, antes de morir, yo quiero conocer a Tucker. lo sabes. ¿Estás loco? prorrumpió Nanela. ¿Quién habla de morirse?

Los pocos años disculpan ciertas demencias, cuando de ellas se saca el honor puro y el corazón sano. ¿Para qué me obligas a repetir lo que quiero olvidar, si sólo con recordarlo paréceme que no merezco este bien que hoy poseo, , niña mía?

Mi compañera me puso asedio, y los lectores que sean casados, comprenderán que quiero decir: ha sido necesario ceder. En estos ocho dias hemos recibido cartas de España, en que se nos habla de un asesinato cometido en la persona de un prestamista, que vivia en la calle del Duque de Alba, esquina á la de los Estudios.