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Bonis se puso a traducir para sus adentros el latín, y no tropezó más que en el propter, cuyo significado no recordaba; ya lo buscaría en el Diccionario. Ello era una preposición.

No, no; de veras, no puedo pasar nada en este momento. ¿Y si te lo mando yo? dijo la joven. Después que lo dijo se puso colorada. Entonces, desde luego lo tomo... A ti no puedo negarte nada replicó él acercando el plato. Aquella tan galante réplica, produjo una penosa impresión de frío en Cecilia. Para no dejarla ver, salió precipitadamente de la estancia.

Entonces Quevedo vió frente á él una ventana, y por algunos agujeros de ésta el reflejo de una luz en el interior. Quevedo acercó su semblante y pegó sus antiparras á uno de aquellos agujeros, y el bufón á su lado, se puso asimismo en acecho. En aquel mismo punto dió el reloj del alcázar las tres de la mañana. Un hombre se paseaba en una habitación muy pequeña y harto humildemente alhajada.

No hay una sola persona en el baile que no sepa que tu mujer está durmiendo a estas horas con el duque de Tornos. El joven quedó como si le hubieran dado con un mazo en la frente. Se puso densamente pálido. Trató de agarrar a la infame máscara para arrancarle la careta; mas no le fué posible. Doña Brígida se había escabullido como una anguila por entre la gente.

No le contesté en atención a que me lo rogaba. «Le haré a usted compañía desde lejos me escribía, tanta como me sea posible.» Y durante todo el tiempo que duró su ausencia, con intervalos regulares puso la misma paciencia en escribirme; así me recompensaba por mi obediencia al no seguirla.

Después de algunas palabras de vulgar despedida y de una significativa mirada en que puso la señora Miguelina una súplica de silencio, tomó el caballo el trote por el camino del estanque. El cielo estaba cubierto y una ligera neblina humedecía el rostro y las manos.

El Capitán vació por completo aquella parte del tronco del árbol, y amontonó la harina sobre grandes hojas. Después puso otra de las rodajas del tronco sobre la que acababa de vaciar y manejando con fuerza la maza, la despojó de toda la harina, repitiendo la maniobra con todos los trozos, y obteniendo en pocas horas muy cerca de ocho quintales de harina, que formaba un montón enorme.

La pérdida de una fianza que había hecho por un pariente de Valencia, le puso fuera de , bufó y pateó como un toro cuando le clavan las banderillas, se llamó animal cien veces y tuvo la desfachatez de decir, en presencia de Llera, que su bondadoso corazón concluiría por arruinarle. La pérdida, en total, representaba unas veintidós mil pesetas.

El enamorado agregó: «Es inteligente». Y el gran hombre puso otra vez: «cero». «Es noble» «Cero». «Tiene muy buena parentela». «Cero». «Buena educación». «Cero». El enamorado miraba atónito a su querido maestro.

Corriente le dije yo, no sabiendo cómo armonizar mis escrúpulos con sus impaciencias ; pero después de declarar, para la debida inteligencia, que yo tomo el caso en el punto mismo en que usted le puso y le dejó esta mañana. Declarado y entendido... ¡Adelante ahora! Me dijo usted entonces, metido en la injustificada aprensión de que iba a morirse pronto... y Dios no lo confirme.