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Hiciéronse pesquisas de malhechores y homicidas, hubo castigos merecidos, y se puso en quietud y seguridad la provincia. A D. Alonso se le mandó salir de la ciudad.

Estaba el rucio boca arriba, y Sancho Panza le acomodó de modo que le puso en pie, que apenas se podía tener; y, sacando de las alforjas, que también habían corrido la mesma fortuna de la caída, un pedazo de pan, lo dio a su jumento, que no le supo mal, y díjole Sancho, como si lo entendiera: -Todos los duelos con pan son buenos.

25 Puso también levitas en la Casa del SE

Oye, José contestó Manuel , ¿has hallado entre las breñas o cuevas del campo lo que a una mujer pueda tapar la boca? Mira que si lo has hallado no faltará quien te lo compre a peso de oro; por esos mundos no lo he encontrado ni conocido en la vida de Dios. Y se puso a cantar: Más fácil es apagarle sus rayos al sol que abrasa, que atajarle la sin hueso a una mujer enojada.

No esperó la respuesta el P. Provincial, sino que se puso luego en camino hacia el Mamoré, acompañado del P. Zea, que después de cinco meses de trabajosas Misiones en aquellos desiertos, se ofreció á servirle de guía; y lo que causa más admiración es que estaba resuelto, si no estuviese pronto el barco del P. Arce, á hacer algunas canoas y conducir en ellas al P. Vice-Provincial hasta la Asunción, por medio de tantos peligros y enemigos.

El primer subdelegado, D. José Santa-Cruz, padre del general Santa-Cruz que fué mas tarde presidente de la república de Bolivia, al hacerse cargo del mando de la provincia, puso todo su conato en obligar desde luego á los indígenas que hasta entónces se habian eximido de las imposiciones regulares, á que en adelante pagasen una contribucion personal de cinco pesos por cada hombre, á lo cual daban entónces el nombre de real tributo.

Allí estaban la falda negra plegada en menudas tablas con primoroso arte, y el abrigo corto de rico paño gris que tiempo atrás lució Cristeta en el paseo del Retiro, el otro abrigo forrado de seda roja que llevó a la cita en la Moncloa, el cuerpo encarnado con botoncitos de plata que se puso la tarde del teatro, y encima de todo un boa gris y un sombrero negro de ala grande y pluma rizada.

A las seis y tres cuartos, me hice á la vela, y á las siete y media varé, y aunque se trabajó muchísimo no fué posible sacar la embarcacion. A las diez fué el bote, y puso 9 balizas en la canal.

Febrer se sintió contagiado por la bárbara alegría del muchacho. ¡Si él probase a bajar por la ventana!... Echó las piernas fuera del alféizar, y lentamente, entorpecido por su madura corpulencia, fue tanteando las desigualdades de la muralla con las puntas de los pies hasta encontrar los agujeros que servían de peldaños. Descendió poco a poco, rodando bajo sus plantas algunas piedras sueltas, hasta que al fin puso los pies en tierra con un suspiro de satisfacción. ¡Muy bien! El descenso era fácil; después de unos cuantos ensayos bajaría con tanta facilidad como el Capellanet.

Algunos refieren la historia del paseo de coches diciendo que a cierto caballo inglés, hastiado de tanto ir y venir a la Castellana, acometido del spleen y en peligro inminente de suicidarse, se le puso un día entre las dos orejas el hollar los jardines privilegiados; insinúa su extravagante deseo al amo, le da algunas razones, y últimamente le persuade a que interponga su influencia para que de allí en adelante se extienda el privilegio de los bípedos a los caballos lucios y bien educados.