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Para esto se construiría una máquina singular, donde el vapor, comprimido y dilatado alternativamente dentro de dos cilindros, pusiera en movimiento unas ruedas... pues...». El oficial no quiso oír más; y aunque no tenía puesto en el buque, ni estaba de servicio, por ser de los recogidos, fue a ayudar a sus compañeros, bastante atareados con el creciente temporal.

Lo más verosímil era que no hubieran hecho alusión alguna al porvenir: ni el Príncipe había prometido explícitamente convertirse al matrimonio, ni la Condesa le había impuesto rigurosamente que se pusiera en regla con el mundo.

En menos de quince días, con mi buen ingenio y con la diligencia que puso el que había escogido por patrón, supe saltar por el Rey de Francia y no saltar por la mala tabernera; enseñóme a hacer corvetas como caballo napolitano, y a andar a la redonda como mula de atahona, con otras cosas que, si yo no tuviera cuenta en no adelantarme a mostrarlas, pusiera en duda si era algún demonio en figura de perro el que las hacía.

Eponina quiso que esta se los pusiera para ver el efecto. ¡Ave María Purísima!... Púsose el primero; estaba encantadora. Púsose el segundo. ¡Oh, arrebataba! El tercero..., ¡Cristo!, el tercero caía tan bien a su cuerpo y figura, que sólo la idea de tener que quitárselo le daba escalofríos.

Y el viejo, que participaba de las mismas preocupaciones que el mozo, aprobaba con la cabeza. Hacía bien. De ser él joven y fuerte, tendría un compañero más en la partida. Rafael ya no volvió. Huía de que el demonio le pusiera enfrente de María de la Luz. Al verla, podía matarla o podía echarse a llorar como un chiquillo.

Le llamé, le puse por condición que nos fuésemos a viajar, que me llevase a París, y nos entendimos; por su parte me exigió que permaneciésemos en Madrid ocho días y que durante ellos no pusiera Pepe los pies en mi casa. Lo prometí formalmente y aquella misma tarde comencé a cumplir mi compromiso.

Todo lo que usted me decía anteayer, cuando íbamos de camino por aquí, me tenía encantado, y le juro que si no estuviera en vísperas de casarme y fuera preciso seguir con ayo, le diría a mi señora madre que me le pusiera a usted en lugar de D. Paco, el cual bien se me alcanza que no me ha enseñado más que gansadas y tonterías.

Después que había oído una plática del confesor en la capilla y habían terminado todas las ceremonias, una hermana la llevó a su celda y la dejó sola para que se vistiera el hábito y se pusiera la cofia.

Fortunata sentía leve consuelo en su alma, y se decía: «¡Si Dios quisiera que se pusiera bueno...! Pero cómo va Dios a hacer nada que yo le pida... ¡Si soy lo más malo que

Fué admirable en la poesía pastoril; y en este modo, ni entonces, ni después acá, ninguno le ha llevado ventaja; y aunque por ser muchacho yo entonces, no podía hacer juicio firme de la bondad de sus versos, por algunos que me quedaron en la memoria, vistos agora en la edad madura que tengo, hallo ser verdad lo que he dicho; y si no fuera por no salir del propósito de prólogo, pusiera aquí algunos que acreditaran esta verdad.