United States or Norfolk Island ? Vote for the TOP Country of the Week !


Miraban y comían con el embarazo propio de quien sabe es observado. Varias veces que la hermana menor alzó los ojos, encontró frente á frente los míos, que procuraban investigar lo que se albergaba tras aquellas negrísimas pupilas. El fondo de todo abismo es negro. Los ojos de la primera mujer que pecó no de qué color serían, pero los de la primera que obligó á pecar, de seguro eran negros.

Calló un instante, como si las tristezas de su vida anterior le impusieran silencio. Pero vió tal curiosidad en las pupilas del coloso, que al fin siguió hablando. Yo vivía oculto: mi existencia era azarosa; de un momento á otro iba á caer en manos de los enemigos implacables de mi familia, y en tal situación llegó usted á este país.

El profundo respeto con que le saludó hizo que la reconociese: la hija del jardinero. Pero al mismo tiempo le miraba hipócritamente, con una curiosidad mal disimulada, como si sus pupilas estableciesen una separación entre el amo venerado por sus padres y el buen mozo al que adoraban las mujeres y del que había oído contar tantas cosas.

Sólo un ligero humo quedó flotando en el fondo de sus pupilas, como si fuese el vaho del ardor recién extinguido. ¡Adiós!... Me esperan. Y salió del Acuario seguida de Ferragut, todavía balbuciente y tembloroso. Fueron inútiles las preguntas y ruegos con que la persiguió al atravesar el paseo.

La mayor parte de las horas del día pasábanlas sentados uno enfrente del otro. Concentrábanse sus almas en las pupilas de sus ojos. Un día se le ocurrió a mi madre escribir algunas líneas de letras muy grandes, diciendo en pocas palabras lo que necesitaba que el preso supiese.

Eso no, madre gritó el Magistral perdiendo el aplomo, con las mejillas cárdenas y las puntas de acero, que tenía en las pupilas, erizadas como dispuestas a la defensa . ¡Eso no, madre! Yo los tengo a todos debajo del zapato, y los aplasto el día que quiero. Soy el más fuerte. Ellos, todos, todos, sin dejar uno, son unos estúpidos; ni mala intención saben tener.

Tenía un modo muy particular de distraerse súbitamente de la conversación, para quedarse mirando en el vacío; pero no con la expresión ambigua de todo el mundo, porque bajando la cabeza, sin bajar la mirada, el negro de las anchas pupilas se confundía con el negro de las pestañas, y entonces aquella mirada fija adquiría una profundidad llena indefiniblemente de tristeza.

Ofreció uno a don Víctor, diciendo: Vamos, Quintanar, usted que es cazador... y yo que también lo soy... ¡al monte! ¡al monte! Y con los ojos, al decir esto, se lo comía, y le insultaba llamándole con las agujas de las pupilas idiota, Juan Lanas y cosas peores. ¡Bravo, bravo! gritaron aquellos señores, que aplaudían el heroísmo ajeno.

Mi tía se había sentado a la mesa sin apetito, excitada como nunca por el fuerte altercado que acabo de narrar sin detalles. Sus ojos, más congestionados que de costumbre, brillaban de una manera siniestra. Mi tío Ramón había pasado de un buen humor apacible a un anonadamiento completo, fulminado bajo el fuego de aquellas pupilas felinas.

Carmen tenía unos veinte años, pero por ciertos modos ingenuos y por algo de frágil que en toda su persona había, aparentaba diez y seis. El color de las mejillas y de los labios parecía más vivo por la blancura mate de la cara y de las manos. Alguna asimetría de la frente se anegaba en el esplendor de los grandes ojos grises, que daban la impresión de ser negros, por la anchura de las pupilas.