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De Pas sentía unas dulcísimas cosquillas por todo el cuerpo al oír a la Regenta; y sin pensarlo se inclinaba hacia ella, como si fuera un imán. Afortunadamente las otras damas y el Arcipreste iban muy enfrascados en una agradable conversación que tenía por objeto despellejar a la pobre Obdulia. Ripamilán citaba, como solía en tal materia, al Obispo de Nauplia, la fonda de Madrid, los vestidos de la prima cortesana, etc., etc. No cabe negar que la resolución del Magistral estuvo a punto de quebrantarse, pero le pareció indigno de él mostrar tan poca voluntad y temió además lo que podía suceder en el Vivero.

La procesión salió en buen orden de la iglesia a las ocho en punto de la mañana. Rompían la marcha el sacristán y los monaguillos, que llevaban el estandarte, la manga de la parroquia y dos cruces de plata, a uno y otro lado de la manga. Después muchísima cera, esto es, multitud de hombres con velas encendidas caminaban en dos hueras.

¡No, no! sobre este punto estoy tranquila; de cualquier manera que Martholl esté vestido, ha de ser siempre con el esmero que le vale tantas admiradoras. Quisiera solamente, para tomar mi resolución, ver a Martholl con más frecuencia, para conocerlo mejor. ¿Sabes una cosa? ¡Pues bien, me ha sorprendido que se entusiasmara tanto contigo! Eres muy amable; tu cumplido me conmueve.

Conque aquí tenemos al amigo Esteven repuso; un traguito, ¿eh? , hombre, pruebe este Jerez, que no es malo; he de preguntarle al Habilitado dónde lo hace comprar, para que me mande a casa algunas cajas. ¿Y estos cigarros? ahí va uno; si quiere se lleva la caja; también voy a decirle al Habilitado que me mande una partidita de mil, porque es raro encontrarlos tan en su punto y tan sabrosos como éstos... ¿Qué dice, mi amigo?

Después de fijar en el suelo dos bastones a fin de señalar el punto de parada a cada uno de los combatientes, separáronse los padrinos, que al llegar a su respectivo puesto dieron las tres palmadas de rúbrica, para indicar a aquéllos que podían avanzar. No bien adelantaron cuatro pasos, Felipe disparó.

¡Os ha traído don Francisco!... No creí yo que alguna vez fuese para una desgracia mi amistad con Quevedo. ¡Ah! Quevedo es tal que no sólo no puede confiarse en él, sino que tampoco de una persona con quien él haya hablado tan sólo dos veces. Montiño estuvo á punto de decir á la comedianta que Quevedo tampoco se fiaba de ella.

Carmencita tendió por su rostro una sonrisa llena de lágrimas. La vieja, angustiada, le acarició las manos, y al punto exclamó: ¡Qué frío tienes!... ¿No llevas bastante abrigo? ¿Estás también enferma? La acogió en su regazo como para darla calor, y comenzó a besarla. Carmen rompió a llorar con espasmo anhelante.

Aquí hacemos punto en este libro, en el que nos hemos propuesto dar á conocer una provincia tan rica como ignorada. Tres años estuvimos en Tayabas, y ni su temperamento nos produjo un dolor de cabeza, ni sus habitantes un disgusto.

El pueblo de Apolo, hoy dia capital de la provincia, fué fundado á mediados del siglo anterior por los misioneros franciscanos, que reunieron en aquel punto á los indígenas de la nacion apolista, y formaron una mision, la cual habiendo sido adherida en el año de 1800 á las otras poblaciones comarcanas, vino á componer la provincia de Caupolican.

Ahora, figuraos el atrevimiento del hombre, que llega al punto de lanzarse entre los esposos en el fragor de la lucha, para ir, montado en una frágil barquilla, afrontando los golpes que se prodigan, en busca de la tímida embarcación detenida en la embocadura y no atreviendo á aventurarse.