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Es un San Hermenegildo admirable, hecho en su calabozo por aquel pintor, condenado á perder la mano por haberle dado un bofeton á cierto clérigo. Sin duda el artista comprendía muy bien todo el valor de su mano en capilla, puesto que produjo una obra sublime que le valió el perdon.

En un minuto la tripulación se levantó... cada uno a su puesto... ¡Qué batahola, señora Doña Francisca! Me alegrara de que usted lo hubiera visto para que supiera cómo son estas cosas. Todos jurábamos como demonios y pedíamos a Dios que nos pusiera un cañón en cada dedo para contestar al ataque. Ezguerra subió al alcázar y mandó disparar la andanada de estribor... ¡zapataplús!

Viendo que era el juez de paz quien le hablaba, se apresuró a disculparse y a preguntarle, con voz cortante, casi con fastidio: No veo cómo pueden las malas lenguas decir que yo esté enamorado, señor juez... ¿De quién?... No podría ser sino de alguna de las señoritas de Itualde, puesto que ellas son las únicas personas que le interesan a usted en Tandil...

18 tras éste, Jozabad, y con él ciento y ochenta mil apercibidos para la guerra. 19 Estos eran siervos del rey, sin los que el rey había puesto en las ciudades de guarnición por toda Judea. 3 Y dijo Acab rey de Israel a Josafat rey de Judá: ¿Quieres venir conmigo a Ramot de Galaad? Y él respondió: Como yo, así también ; y como tu pueblo, así también mi pueblo; iremos contigo a la guerra.

Allá en el Vivero los convidados habían puesto a mal tiempo buena cara, y mientras en el palacio viejo los curas rurales, el Marqués, y algunos otros señores de Vetusta jugaban al tresillo a primera hora y más tarde al monte, que llamaba el clero del campo la santina, en la casa nueva todas las damas y los caballeros que habían querido correr por los prados en la romería, procuraban divertirse como podían y se bailaba, se tocaba el piano, se cantaba y se jugaba al escondite por toda la casa.

No se trata de la imaginación, señor cura, sino del corazón, puesto que amo. ¡Oh tan joven, tan niña! ¿Qué tiene que ver eso? Os repito que me muero de amor por el señor de Couprat. ¡Ah! ¿conque es él? ¿Qué me tomáis por una veleta, mi cura? Pero, Reinita, en vez de morir, sería mejor que te casaras con él. Eso sería lógico, querido cura, muy lógico; pero por desgracia, no le gusto.

Si esto parece á V. inicuo, vuélvase usted impío y blasfemo contra la Providencia, y no contra . La Providencia, en sus designios inescrutables, con ocasión de mi culpa, ha puesto á mi hija en la alternativa ó de sacrificarse ó de ser falsaria y poseedora indigna de riquezas que no le pertenecen.

Pues no lo penséis, bellaco descomulgado, que sin duda lo estás, pues has puesto lengua en la sin par Dulcinea. ¿Y no sabéis vos, gañán, faquín, belitre, que si no fuese por el valor que ella infunde en mi brazo, que no le tendría yo para matar una pulga?

Dímelo , Leonor, que estuviste ayer en el cuarto de mamá, cuando yo fui a paseo. ¡Mamá mala, que no te dejó ir conmigo, porque dice que te he puesto muy fea con tantos besos, y que no tienes pelo, porque te he peinado mucho!

-Eso me semeja -respondió el cabrero- a lo que se lee en los libros de caballeros andantes, que hacían todo eso que de este hombre vuestra merced dice; puesto que para tengo, o que vuestra merced se burla, o que este gentil hombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza.