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Gabriela observaba atentamente el magnífico espectáculo de la puesta del sol, prestando atento oído a los ruidos del campo, a los rumores del río, a los zumbidos extraños con que los insectos saludan el advenimiento de la noche; yo, recostado en el tronco de aquel árbol gigantesco, no apartaba los ojos de la encantadora señorita.

13 Mira, la tierra de los Caldeos. 14 Aullad, naves de Tarsis; porque destruida es vuestra fortaleza. 15 Y acontecerá en aquel día, que Tiro será puesta en olvido por setenta años, como días de un rey. Después de los setenta años, cantará Tiro canción como de ramera. 16 Toma arpa, y rodea la ciudad, oh ramera olvidada; haz buena melodía, reitera la canción, para que tornes en memoria.

Esto era tan claro que hasta veía los ojos oblícuos del viejo empañarse, como cubiertos de una ténue capa de polvo; y sentía el sonido metálico del dinero rodando a mis plantas. Inmóvil, horrorizado, clavaba ardientemente los ojos en la campanilla, puesta delante de , sobre un diccionario francés, la campanilla prevista, citada en el magnífico infolio.

Algunas veces, después de haber avanzado la pilastra de fichas, entornaba los ojos como si escuchase á su colaborador invisible, movía la cabeza en señal de asentimiento y retiraba su puesta. Surgía de nuevo el murmullo de satisfacción al convencerse el público de que había retirado su dinero á tiempo, lo que equivalía á un triunfo negativo.

Le Grand, por cuya influencia otorgó el Rey la mitra de Burdeos, que pretendía Antonio Pérez. Ex.^mo Señor. Perdone V. Ex.^a el atreuimiento del presente. Que si el mismo tuuiera sentido, de verguença no llegara a su presencia. Pues del señor Gil de Mesa, yo creo, que por lo mismo quisiera auer llevado puesta vna máscara.

Al llegar á este sitio parecía que se acababa el mundo, y que detrás de la oscura cortina no había más que el espacio sin fin. Los condes y sus amigos detuviéronse á la puerta de la casa, y con la mano puesta sobre los ojos á guisa de pantalla, se estuvieron buen rato paseando la vista por el gran telón descrito.

El tribuno hizo un gesto despectivo al oir el nombre del coloso. Su opinión sobre él estaba formada, y todo lo referente á su persona lo tenía guardado en una carpeta llena de papeles puesta sobre una mesa próxima. Allí estaban los célebres datos estadísticos sobre las enormes cantidades de materias alimenticias que llevaba devoradas el intruso.

Contuvo la respiración un momento, con su mano puesta instintivamente sobre su pecho, como si hubiera querido tranquilizar los fuertes y violentos latidos de su corazón. ¡Ah! desgraciadamente lo es replicó. Ahora conozco la verdad, la verdad terrible... espantosa. Y, sin añadir una palabra más, se cubrió el rostro con sus manos y estalló en un mar de lágrimas.

Allí, en breves razones, se dieron cuenta de sus sucesos; allí mostraron puesta en su punto la buena amistad de dos hermanos; allí abrazó el oidor a Zoraida; allí la ofreció su hacienda; allí hizo que la abrazase su hija; allí la cristiana hermosa y la mora hermosísima renovaron las lágrimas de todos.

Era Alejandro un pardo alto, delgadito, enhiesto y flexible como un álamo: tenía la cabeza admirablemente puesta sobre sus hombros; entre los sirvientes tenía vara alta, como se dice; todos le llamaban don, y más de una le hacía ojos tiernos, porque Alejandro era as entre la gente de color.