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Un criado indiscreto dijo al cabo de algún tiempo á un vecino de Vegalora que aquella noche había visto por la rendija de una puerta á la condesa de rodillas ante miss Florencia. El conde, con el rostro más pálido que nunca, los brazos cruzados y un poco tembloroso, estaba en pie mirándola fijamente. Antes había percibido en el gabinete de sus amos ruido de pasos precipitados, voces y gemidos.

En tal manera fue, y tal priesa nos dimos, que sin dubda por esto se debió decir: "Donde una puerta se cierra, otra se abre."

La duquesa, besándola cariñosamente, secó sus lágrimas, escuchó la confesión de aquel amor naciente, y despidiéndola ruego con ternura, la llevó hasta la puerta de su gabinete, procurando que aquella entrevista fuese lo más breve posible.

Por otra puerta opuesta a la de la sacristía entraron cuatro monjas, se arrodillaron delante del altar mayor y comenzaron a orar en voz alta de un modo extraño, que yo jamás había oído antes.

Venturita se levantó de la silla, pasó por el medio del concurso erguida y enfurruñada, y salió de la sala dando un gran portazo. Don Rosendo, después de permanecer un momento inmóvil con los ojos puestos en la puerta por donde su hija había salido, volvióse diciendo: Siento mucho estar tan fuerte con mis hijas... pero algunas veces no hay más remedio.

Todavía en la escalera les entretuvo unos momentos con su conversación desenvuelta e insinuante a la vez y les reiteró con gracia todos sus ofrecimientos. No consintió que Raimundo la acompañase. Se fué sola dejando una estela perfumada que éste aspiró con más placer que su hermana. Porque Aurelia luego que cerraron la puerta guardó silencio.

Don Rodrigo pasó por encima de la puerta tirando de él con cuerdas, prefiriendo esta incomodidad a la humillación de su noble depósito. A la mano izquierda están los grandes y alegres arrabales de San Roque y San Bernardo, con el jardín del rey, llamado así por haber sido de un rey moro llamado Benjoar.

No encontré para besar más que las crudas tablas de su vacío lecho de muerte, el suelo de su cuarto, el umbral de la puerta por la que su ataúd había pasado al salir entre los tristes ecos de llanto general de la población, para ir a descansar en el campo de la muerte.

A eso de las nueve, don Paco, según costumbre, se fue de tertulia a casa de Juana la Larga; pero Juana seguía trabajando aún en la de los señores de Roldan, y Juanita estaba sola con la criada, tomando el fresco en la reja de su sala baja. La vio don Paco, y llegó a hablarle antes de dirigirse a la puerta.

Vamos, Angelina.... ¡A dormir, que es muy tarde! Carmen te está esperando. La pobrecilla quiere cambiar de postura.... En tanto que Angelina cerraba la puerta de la sala me dirigí a mi recamarita. El viento inundaba la habitación con los mil aromas del jardín, y el amor derramaba en mi alma el perfume embriagante de los años juveniles.