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El hacer el viaje de San Luis á Guantánamo en el tren era cosa en extremo peligrosa, pues raro era el día que los rebeldes no lo tirotearan ó quemaran un puente, una alcantarilla, y hasta alguna estación.

Sin embargo, el contraste de aquella cortina oscura con la blancura de paloma del pueblo la hacía grata a los ojos y poética. En suave declive, por una carretera trazada al intento, bajamos al manantial que sale en el centro mismo del río Guadalquivir, el cual viene ciñendo la falda de la sierra. Hay una galería o puente que conduce de la orilla al manantial.

Cerca de nosotros, en el gran brazo del arroyo, un dique formado por fuertes maderos contenía la corriente; una cascada caía por encima del obstáculo y la espuma iba á chocar contra las pilas de un puente con sus grietas pobladas de verdura. Al otro lado, el viejo molino llenaba todo el espacio desde los árboles de la orilla hasta los del islote.

No habría sido viable en tal ambiente sin asimilarse alguna parte del mismo que sirviera de puente entre lo viejo y lo nuevo; fue así como una gran parte de las divinidades perversas de la antigüedad, a las que se había transferido el terror de los salvajes a lo desconocido, haciendo la carrera de las ostras, que empezaron por ser humilde plato de los desheredados para terminar en preciado manjar de los pudientes, han llegado a ser las columnas maestras en que descansa el poder de la Iglesia, de las clases privilegiadas y de las familias reinantes.

Reconciliado con el dueño del castillo por su inesperada presencia y admirado de sus liberalidades, el funcionario municipal se acercó á él para darle una noticia. Los ingenieros estaban minando el puente sobre el Mame. Sólo esperaban para hacerlo saltar á que se retirasen los dragones. Si quería marcharse, aún era tiempo. Otra vez dudó Desnoyers. Era una locura permanecer allí.

Los dos gobernantes de este mundo interoceánico vigilaban sus respectivas funciones: uno la dirección; otro el movimiento. Y el telégrafo interno de señales unía las dos inteligencias con rápidas comunicaciones. Junto al primer ingeniero se colocaba el segundo, encargado de recibir los avisos del puente y transmitirlos abajo a las máquinas.

Las aguas, negras y siniestras, espuman bajo ellos con el hervor de las calderas del Infierno. Ya sólo falta colocar una piedra, y las brujas se apresuran, porque se acerca el día. Inmóvil, en la orilla opuesta, el entierro espera el puente para pasar. Canta otro gallo. ¡Canta el gallo negro, pico quedo!

El espeque sirve para maniobrar la artillería de a bordo. Kernok cambió provisionalmente este destino, porque empleó el suyo en despertar a la gente. Y los golpes de espeque, gloriosamente acompañados de juramentos capaces de pulverizar al buque, fueron cayendo como lluvia de granizo, tan pronto sobre el puente, como sobre los marineros dormidos.

Hemos tenido un tiempo magnífico; la travesía ha sido feliz; nuestro yate es capaz de andar diez y ocho nudos por hora durante doce, sin sufrir avería. El resultado dependerá de la actividad con que os ayudemos mañana por la noche. Puede usted contar con que todo se hará según su deseo. Yo no dejaré el puente y ¡qué diablo! si hay que jugar el todo por el todo pura socorreros, se jugará...

Se despegó el vaporcito, alejándose con violento y grotesco cabeceo, semejante a los traspiés de un beodo. El Goethe, con el práctico en el puente, aceleró su marcha, poniendo la proa rectamente a Montevideo. Empezaron a surgir rosarios de luces entre las masas de sombra de la costa.