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Los frailes, y no digo ustedes, porque á usted no le confundo en la masa general, los frailes de todas las órdenes se han convertido en nuestros abastecedores intelectuales y dicen y proclaman, sin pudor ninguno, ¡que no conviene que nos ilustremos porque vamos un día á declararnos libres! Esto es no querer que el preso se nutra para que no se mejore y salga de la carcel.

Al verme reír, manda al diablo el énfasis afectado, el pudor y la dignidad, y se echa a reír también con toda la boca; luego me dice: ¡Oh! desde el momento que usted toma así la cosa, amigo mío... Si yo lo hubiera adivinado... Pero, usted bien lo sabe, hay que tantear siempre el terreno... y si cuaja, tanto mejor... De modo que estábamos de acuerdo.

Tardó un rato en darse cuenta de dónde estaba y de los disparates que había soñado, y se echó mano al pecho con un movimiento de pudor y miedo.

Al efecto fue desnaturalizando poco a poco la índole de sus caricias paternales; mas la joven, advertida por la voz salvadora del pudor, sin pensar nada malo de su tío, las evitó instintivamente, no acercándose a él cuando podía pasar sin hacerlo y escapándosele de las manos cuando era forzoso colocarse a su alcance.

Me extraña de , Emilita... Me parece que un poco más de pudor y vergüenza no te vendrían mal... Pero ¡cómo la has de tener si los que tienen obligación de ponértela son los primeros en empujarte a lo malo!... Aquella sangrienta diatriba contra el autor de sus días dejó a éste pálido y clavado al suelo. Hubo un instante de silencio embarazoso. Una nota tan destemplada les sorprendió.

Los odios, las perfidias, la usura y la incontinencia representaban en sus correspondientes teatros la mas trágica escena, y perdido el pudor se transgredian las leyes sagradas y civiles con escándalo reprensible.

Entonces, entre las miradas de fuera y el pudor interno no se ponía tan gran baluarte de telas como se pone hoy. Abrumadoramente hermosa estaba, y sus ojos negros, que eran, como otra vez he dicho, los primeros ojos del mundo, es decir, los Bonapartes de la mirada humana, conquistaban al punto todo aquello a que dirigían su pupila.

Pasando á vuestro tercer estado, al en que os encontráis en este momento, os confieso que no os conozco: que os habéis transformado; que os ha sido vergüenza, y habéis criado pudor; cuando érais virgen os vi cortesana, y ahora que sois cortesana os veo virgen. Dorotea bajó la cabeza avergonzada por única contestación.

Entró en la casa, y María de la Luz, al asomarse tras la cortina de percal de su cuarto, lanzó un alarido. Olvidando todo pudor, la muchacha salió en camisa a ayudar a su padre, que apenas podía sostener al mocetón, pálido con palidez de muerte, con las ropas salpicadas de sangre negruzca y de otra fresca y roja que caía y caía por debajo de su chaquetón, goteando en el suelo.

Por algo a modo de pudor no excitó a Juanita a que pronunciase el nombre del atrevido. Ella creía saberlo sin que Juanita lo pronunciara. Inquieta doña Inés, procuró investigar lo que más le importaba y dijo: Pero ¿qué cita es esa a que aludes? ¿A qué duelo, a qué singular combate te preparas?