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«Pero Guillermina... ¡Qué mujer esa! prosiguió la de Jáuregui, después de una triste pausa, poniendo los ojos en blanco . ¿Creerás que la amortajó con sus propias manos? No haría más si fuera su hija. Ella la lavó... ella la vistió... ella le puso el hábito... y tan tranquila. Yo habría querido ayudar; pero, francamente, no sirvo para esas cosas. Me parecía natural el ofrecerme.

A los indios en aquel tiempo no se les permitía propiedad en cosa alguna, pues, aunque a todos se les obligaba a tener chacras propias, y se les daba tiempo para que las cultivasen, éstas habían de ser del tamaño que el padre quería y en el paraje que él señalaba, y sus frutos los habían de consumir y gastar conforme a la voluntad del padre; y, en fin, en un todo habían de vivir sin libertad.

La casualidad favorable es el Dios de todos los hombres que siguen sus propias impulsiones, en lugar de obedecer una ley en la cual no creen. Si un hombre distinguido de nuestra época consigue una posición que tiene vergüenza de hacer conocer, su espíritu buscará todas las salidas imaginables capaz de librarlo de los resultados que esa posición deja prever.

Los clubs, que comenzaron siendo cátedras elocuentes y palestra de la discusión científica, salieron del círculo de sus funciones propias aspirando á dirigir los negocios públicos, á amonestar á los gobiernos é imponerse á la nación.

Los primeros son los que se asimilan todas las ideas poéticas de los demas identificándolas con las suyas propias, y que sin agotar su propia sustancia, las vuelven modificadas y digeridas como si esclusivamente les pertenecieran.

En seguida se ofrecen a nuestra memoria Colón, Vasco de Gama, Magallanes, Vives, Suárez, Victoria y Domingo de Soto, Ignacio de Loyola y Lutero, Rafael y Miguel Ángel, Ariosto, Camoens y Shakespeare, Galileo, Baccon y Copérnico, y otro centenar de varones extraordinarios, en toda clase de obras propias del ingenio y del entendimiento humanos y para todos los gustos, creencias y doctrinas.

Cayeron las murallas almenadas, las torres de homenage y vela, los parapetos y matacanes, los puentes levadizos y toda clase de defensas: cegáronse los fosos, abriéronse las puertas, rasgáronse y ensancháronse las angostas lumbreras. El feudalismo derribaba sus fortalezas por sus propias manos prodigando sus tesoros á los artistas para que se las trasformasen en risueños y elegantes palacios.

Pero ahora nunca os quedaréis solo, papá repuso Eppie con ternura . Aarón me dijo: «Jamás se me ocurrirá, Eppie, la idea de separaros de maese Marner». Y yo le respondí: «Sería inútil que pensarais en eso, Aarón». Quiere que vivamos juntos, a fin de que no tengáis que seguir trabajando, papá, a menos que sea por vuestro gusto. Será para vos un hijo, son sus propias palabras.

Temían de sus propias sombras, recelábanse de propios, y como el impío huye sin que le persiga nadie: fugit impius nemine persecuente. Prov. 28.

A partir de aquella noche, no hubo trapero literario de los que surten de majaderías propias y ajenas a los teatros de último orden, en cuyas cavilaciones no entrasen como elemento dramático los encantos corporales de Cristeta.