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Con sus propias manos había quemado las mejores flores que se habían abierto, en una noche santa, en su alma mísera y estéril. ¡Pobres flores perdidas! No tenían quizá la fuerza de una idea creadora; pero eran, con todo, lo más exquisito de su alma. Entonces no existían ya, y no se abrirían ya nunca. No hay perdón, no hay remedio; tal es la ley cruel de la vida. No podía continuar solo.

Participan, es cierto, en más ó en menos de las buenas cualidades, propias de las obras maestras del período más floreciente del teatro español, pero no se distinguen tampoco por ninguna dote característica que les sea peculiar.

Este parecía haber olvidado la reserva de poco antes, entusiasmándose con sus propias palabras. Vamos á presenciar grandes sucesos continuó . Dichosos los que hemos nacido en la época presente, la más interesante de la Historia. La humanidad cambia de rumbo en estos momentos. Ahora, empieza la verdadera civilización. La guerra próxima iba á ser, según él, de una brevedad nunca vista.

Serenándome después y dando mayor altura a mis pensamientos, detúveme a considerar el valor de los buenos frutos que había conseguido con el trabajo de mis propias observaciones, y el ejemplo y la predicación, más o menos directa, de mi tío, de Neluco, del señor de la Torre de Provedaño, sobre todo, y de otras muchas personas de gran monta; y entonces me avergoncé de haber pensado como pensé para sacudir la carga de mis tristezas.

Un indio, atravezado con una lanza por el pecho, tuvo la ferocidad de arrancársela con sus propias manos, y despues seguir con ella á su enemigo, todo el breve tiempo que le duró el aliento: y otro, á quien de un bote de lanza le sacaron un ojo, persiguió con tanto empeñó al que le habia herido, que si otro soldado no acaba con él, hubiera logrado quitar la vida á su adversario.

Mi padre no se explica que pueda haber alguien desocupado: hay que perdonarle esta preocupación, de la que yo participo, porque siempre ha dado el ejemplo de una incesante labor y de la mayor actividad. Usted sabe sin duda que, siendo huérfano y sin recursos, edificó con sus propias manos e hizo prosperar la casa que representa hoy nuestra fortuna.

Procuraba disimular el acento desagradable de la provincia y hablaba con afectación insoportable. Había servido en muchas casas principales. Era buena para todo, y se aburría en casa de Quintanar, donde no había aventuras ni propias ni ajenas. Amos y criados parecían de estuco.

Uno de los personajes más admirados por él era cierto sultán de la conquista turca, que estrangulaba con sus propias manos á los hijos de los adversarios. «Nuestros enemigos no vienen al mundo á caballo y empuñando la lanza decía el héroe . Nacen niños como todos, y es oportuno suprimirlos antes de que crezcanDesnoyers le escuchaba sin entenderle.

Entonces, como en la mayor parte de las neuralgias propias de la brionia, es necesario, segun la constitucion mas ó menos irritable del enfermo, dar atenuaciones elevadas, de la tercera á la trigésima.

Era jefe de negociado en la prefectura de policía. La señora Chermidy le sirvió con sus propias manos una taza de te, al mismo tiempo que le dirigía una sonrisa inefable. Conversó largo tiempo con él, le obligó a agotar su repertorio y oyó con el mayor interés cuanto le plugo contarle.