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En un cuarto de hora Muñoz Torrero había lanzado a la faz de la nación el programa del nuevo gobierno, y la esencia de las nuevas ideas. Cuando la última palabra expiró en sus labios, y se sentó recibiendo las felicitaciones y los aplausos de las tribunas, el siglo décimo octavo había concluido.

Mataré, gozaré después de aquel amor inefable, infinito, que no he catado nunca y que ella me ofreció en cambio del sacrificio que le hice de mi razón, y luego nos consagraremos ella y yo a hacer penitencia y a pedir a Dios perdón de nuestra culpa. ¡Bonito programa, , señor, bonito contrato! Sólo que ya no puede realizarse, porque falta una de las partes. ¿Qué parte?

Después iremos a Palermo a tomar el yate que mi primo Martholl Grainville pone a nuestra disposición para dar un paseo por el Adriático. Pero la joven no tuvo tiempo de aprobar este programa. El ruido de un carruaje que penetraba bajo el pórtico del hotel la inquietó. ¿Qué es eso? exclamó levantándose. Casi inmediatamente sonaron las campanillas eléctricas y voces, en el silencio de la casa.

Además, os lo tengo anunciado como lo menos bello del panorama, y no podéis, en buena conciencia, llamaros a engaño ahora... Y se acabó este primer número del programa... A otro enseguida... y quédense estas puertas abiertas para que se vaya inundando de la gracia de Dios toda la casa...

La proclama aquella, que es uno de los pocos escritos de Rosas, es un documento precioso que siento no tener a mano. Era un programa de su gobierno, sin disfraz, sin rodeos: el que no está conmigo es mi enemigo; tal era el axioma de política consagrado en ella. Se anuncia que va a correr sangre, y tan sólo promete no atentar contra las propiedades. ¡Ay de los que provoquen su cólera!

En efecto, éste era el programa favorito de Hop-Sing, cuando estaba en el ejercicio de su hospitalidad, como agente principal o superintendente de la Compañía Ning-Fu. El día prefijado y a las ocho en punto entraba en el almacén de Hop-Sing.

Estas reflexiones hicieron olvidar su inquietud al señor Manolo, lanzándose cuesta abajo, desde las alturas de su federalismo ideal, a la práctica aplicación de lo que él llamaba, por antonomasia, «el programa». El día en que el Estado de Castilla sea autónomo, se acabará este escándalo. En las orillas del Manzanares haremos unas huertas, que me río yo de las de Valencia y Murcia.

En el bulevar de la Poisonnière ó de San Dionisio, he visto hoy una especie de programa en que uno se presenta como candidato á la diputacion, alegando por título que vestirá á las mujeres mejor y más barato que ninguna casa de Paris. ¿Qué mayores ventajas podeis hallar en un diputado, dice á los electores, que la de contentar á vuestras mujeres?

La promoción de un sitio web es tan importante como su creación, si no más. Una empresa debe estar dispuesta a dedicar por lo menos tanto tiempo y a gastar tanto dinero para promocionar su sitio como para crearlo. El programa Global Reach ayuda a promover un sitio en países de habla no inglesa para llegar a un público más amplio... y conseguir más ventas.

Recado de la señora del hotel. Paseo á pié. Extravagancias de una cosa que en Paris se llama gusto civilizado. Sueldo francés. Calcetines. Sortija. Chaleco. Pipa. Sombrero de paja. Programa. Rótulos. Cocina francesa. Fin del dia. Me desperté á las siete de la mañana, sentí un grande amargor de boca, y no pude menos de atribuirlo al restaurant Champeaux.