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Mi aprendizaje con el sargento Gómez lo hice pronto, y sus observaciones y los cuentos que me contaba son la materia principal de los pocos capítulos que voy a consagrar a la gente maleante con que teníamos que bregar y a la cual recién más adelante conocí, cuando, colocado ya en altura mayor que la de simple agente de pesquisas, me fue dado penetrar en las profundidades de nuestro organismo social, estudiando casos particulares.

Vaya, quedaos con Dios decía doña Barbarita, levantándose de la silla a punto que aparecía el principal por la puerta de la trastienda, y saludaba con mil afectos a su parroquiana, quitándose la gorra de seda. Vamos pasando hijo... ¡Ay, que ladronicio el de esta casa!... No vuelvo a entrar más aquí... Abur, abur. Hasta mañana, señora.

En la primera hilera de estas réprobas distinguimos a Elisita Machut, que se movía con más ardor que sus compañeras y que alzaba la pierna a la altura de un principal. ¡Ya le daré a usted la dirección, señor juez, para que haga cesar este escándalo! EL JUEZ. ¡..., ...! ¡Continúe...!

41. ¿Cómo se explica que sea agradable la temperatura, estando la ciudad casi bajo la línea ecuatorial? 42. ¿Cuál es el puerto principal del país? 43. ¿En qué difiere de Quito? Menciónense otras ciudades importantes. Es innegable que el Ecuador tiene una gran riqueza en sus extensos cacahuales.

Elena ha empezado el inventario por el exterior; después llegará a lo principal.» Y me dio usted un cachetito en la mejilla. Era yo muy niña, pues tenía seis años; pero siento aún en el carrillo la dulzura de aquel cachetito consolador. Mi padre está ahora mejor y ha vuelto a todas sus costumbres de trabajo, a sus estudios y a sus lecturas.

Pero el teatro fué siempre el centro principal, á donde convergían todos sus pasatiempos. Todo poeta dramático distinguido estaba seguro de contar con su favor.

Y aquel señor cura se le presentaba con siete mil reales, que él, Bonifacio, podría gastar en lo que quisiera, sin que persona nacida lo estorbase ni lo supiese. Es más, el secreto era allí lo principal. Y ¿cómo guardar el secreto haciendo ingresar aquellos miles en lo que llamaba D. Juan Nepomuceno la caja?

Y por último, sus condiscípulos se encargaban generosamente de advertirle sin cesar que era un desdichado sin padres, alimentado por la caridad y que debiera estar en el hospicio y no alternando con hijos de zapateros distinguidos, albañiles, sastres y panaderos fashionables, y otra gente no menos principal y digna de respeto.

Así lo hicimos: el cura se separó de para ir a la sacristía a ponerse sus vestidos sacerdotales. Yo penetré en la pequeña nave por la puerta principal, y me acomodé en un rincón desde donde pude examinarlo todo. El templo, en efecto, era pequeño como me lo había anunciado el cura: era una verdadera capilla rústica, pero me agradó sobremanera.

D.ª Eloisa volvió a insistir, preguntando con acento cariñoso: Entonces, ¿cuál es la razón de su retraimiento, pícaro? Señora, comprendo que a D. Miguel no le gusta mucho que salga de noche; pero la principal razón es que la mayor parte de los días estoy rendido... ¡Como me levanto a las cuatro de la madrugada!... Otras veces necesito rezar un poco...