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El enviado de la princesa ofreció quinientos mil, seiscientos mil, sin que el matrimonio pareciera enterarse de lo que representaban estas cifras... La princesa se impacientó, lamentando que esto no ocurriese en Rusia y en sus buenos tiempos. Su Alteza era así... ¡Pero tan buena!

El de La Alejandra es, en pocas palabras, el siguiente: el general Acoreo ha dado muerte al rey Ptolomeo de Egipto, y usurpado su trono; mata también á su esposa, y se casa con la princesa Alejandra, bella, pero frívola. Sus diversos amantes fenecen uno tras otro á manos del usurpador, y ella se ve obligada á lavarse en la sangre de uno y tomar después veneno.

Aquí le dejo a usted algo más precioso que la vida y la corona le dije; y lo hago porque en toda Ruritania no hay hombre que más merezca mi confianza. Le devolveré a Vuestra Majestad la Princesa sana y salva, y si esto no es posible la haré Reina. Nos separamos, regresé a palacio y dije a Sarto y Tarlein lo que acababa de hacer.

Ha conocido a Florián y a Andrés Chénier, a Demoustier y a Madama de Stael, a Bertin y a Chateaubriand; ha rendido homenaje a madama Tallién, a madama Récamier, a la princesa Borghése, a Josefina, y a la duquesa de Berry. Ha asistido al encumbramiento de Bonaparte y a la caída de Napoleón.

Hícelo así en un abrir y cerrar de ojos y momentos después aparecía Sarto, saludando, para anunciarme a un caballerete muy ceremonioso, que se acercó a mi lecho y tras grandes reverencias dijo que se hallaba al servicio de la princesa Flavia, y que Su Alteza lo enviaba a preguntar cómo seguía Su Majestad después de la fatiga de la víspera.

Toledo estaba presente acompañando á su discípulo, y miró en torno de él con extrañeza, lo que dió lugar á que la orden se repitiese en un tono más imperioso. ¡El coronel era él!... Durante algún tiempo creyó don Marcos en un capricho de la princesa. El día que menos lo esperase le retiraría el coronelato.

Refieren los Anales de Sevilla que en el año 1526, con ocasión de las bodas de Carlos V y de la princesa Isabel de Portugal, se hicieron en dicha ciudad brillantes representaciones, reducidas, según parece, á mudas pantomimas.

Anden, anden, ángeles de Dios, que la mojadura puede llegar a los huesos y darles un romantismo.... Ya ha llegado, Pepe, ya ha llegado. La señorita Ana ya tié preparada ropa caliente pa usté y creo que no falta pa este señor cura: y si no, yo tengo una camisa fina que podría ponérsela una princesa....

Quizás fuese la mismísima señora de Maubán sugerí. ¡No! exclamó Jorge resueltamente. La señora de Maubán estaba celosa de ella y para vengarse del Duque lo denunció al Rey. Y en confirmación de lo que digo, añadiré que la princesa Flavia se muestra ahora muy indiferente para con el Rey, después de haber estado con él lo más afectuosa y amante.

Cuando, al presentarse el mayordomo, vio que intentábamos forzar la puerta de la princesa, se puso enfurecido como jamás le he visto: con una cólera de cordero rabioso. Nos faltó al respeto, amenazándonos con llamar al comandante para que nos metiese en la barra. A me prometió cambiarme de camarote hoy mismo, para que no repita mis intentos.