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Se figuró que era una joven princesa guardada estrechamente en una torre por crueles tiranos; una Pía de Tolomei, á quien amigos devotos se esforzaban en libertar. Y no tuvo más que una idea, la de facilitar la misión de los libertadores. Ante todo, quería ver á Mauricio, hasta con una barba gris.

Sus aventuras en los puertos, su trato con mujeres de todas razas y colores, bastaban para llenar su existencia. «Hago estudios de geografía amorosa», escribía á don Marcos después de preguntarle por la salud de su madre. Tuvo que interrumpir de pronto sus cruceros para visitar á la princesa.

El origen de semejante distinción se cree fué causa la deformación natural que tuvo en los piés una antigua princesa china, quien al ver que ella con ser hija del sol cojeaba, y sus damas siendo hijas de simples mortales, no daban más que algún que otro traspié, ideó el medio de que en la celeste corte femenina, ninguna anduviese derecha, introduciendo el uso de la reducción de los piés por medios artificiales.

La Princesa le dirigía miradas de amor y gratitud. «¡Cómo me estoy divirtiendo! repitió Bismarck dando palmadas con sus manos de madera. Mientras llega la hora de volver junto al reloj y de oir su incesante tic-tac, divirtámonos, embriaguémonos, seamos felices. Si el caballero Pacorrito quisiera pregonar La Correspondencia, nos reiríamos un rato.

Mi padre tiene tantas tierras que una ternerita de dos meses que entra por una punta es ya vaca lechera cuando sale por la otra. Eso no me asombra dijo la princesa. En tu corral no hay un toro tan grande como el de mi corral. Dos hombres sentados en los cuernos no pueden tocarse con un aguijón de veinte pies cada uno. Eso es una bicoca dijo Meñique.

Otras veces, echando atrás su hermoso busto, como si contemplara con la imaginación salones festoneados de rosas, en los que danzasen huecas faldas, pelucas empolvadas y tacones rojos, rozaba las teclas, haciendo sonar un minuetto de Mozart, vagoroso como un perfume elegante, cual la sonrisa de una boca de princesa, pintada y con lunares postizos.

Amparo, cubriendo la brasa con ceniza, juntaba en una cazuela berzas, patatas, una corteza de tocino, un hueso rancio de cerdo, cumpliendo el deber de condimentar el caldo del humilde menaje. Hecho lo cual, se presentó más oronda que una princesa a la persona encamada a quien había llevado el desayuno.

Desde Kaipha, en donde arribó el vapor, emprendieron los viajeros á caballo en compañía de la princesa de Hohenlohe, que demostró ser una amazona varonil, una expedición á Jerusalén, pasando por Nazaret y Naplus; después desde Jaffa, en cuya rada insegura no pudo echar el áncora el vapor, volvieron hacia la montaña del Carmelo, en donde debían aguardar un tiempo más favorable á la navegación.

Queda bien, suena muy bien al oído: «La señora Princesa está servida. ¿La señora Princesa montará a caballo hoy?...» ¿Me divertiría siendo Princesa? y no... Entre todos los jóvenes que desde hace un año en París corren tras mi fortuna, este Príncipe Romanelli es hasta ahora lo mejor... Preciso será, que uno de estos días me decida a casarme... Creo que me ama... , ¿pero acaso lo amo?

Pero también, señores, ¡cuán delicado me mostraba yo con ella! ¡extraordinariamente delicado, les aseguro!... La trataba como si fuera la princesa de un cuento de hadas; todos los días descubría yo en mi corazón nuevas fuentes de delicadeza, y me sentía positivamente orgulloso de mi refinada finura.