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Y cuando es una misa de mucha música, de esas que le gustan a don Luis, acabo por renegar del órgano y de quien lo inventó, pues me rompo los brazos. ¡El trabajo! dijo el campanero con énfasis . ¡El trabajo es un castigo de Dios! Ya sabéis su origen. Fue la pena eterna que el Señor impuso a nuestros primeros padres al arrojarlos del Paraíso. Es una cadena que siempre llevaremos arrastrando.

A Engracia la casó su madrastra, prendera, que, según voz pública en el barrio, tenía gato, con propósito de quitársela de encima, y ella admitió los primeros requiebros del cajista por salir del poder de tan mala pécora.

Los primeros pasos, que se dieron para remediar este inconveniente, están relacionados con objetos bien extraños á todo esto.

Resonaron entusiastas aplausos; todos creían ya en el triunfo y muchos en la condecoracion. ¡Que conste, señores, dijo Juanito, que yo fuí uno de los primeros iniciadores! El pesimista Pecson no estaba entusiasmado. ¡Como no tengamos la condecoracion en los tobillos! dijo. Pero afortunadamente para Pelaez la observacion no se oyó en medio de los aplausos.

La parte de acá, que está en rampa, aunque suave, no la podemos ver toda, porque nos lo impide el borde de la meseta sobre la cual estamos nosotros y a bastante distancia; pero se ve algo de lo principal... casi toda la Colegiata y un poco de los primeros edificios de la Costanilla, que arranca hacia acá del mismo costado de la Colegiata y es el camino más usado para venir desde la villa a Peleches y al paseo de la Glorieta, que es esa especie de alameda que ves a dos pasos de la entrada de este patio, un poco a la derecha.

La ciencia helénica había adivinado a través de las poéticas ficciones la verdadera forma del planeta. En los primeros tiempos era la tierra un disco que flotaba sobre las aguas del río Océano, ligeramente inclinado hacia el Sur por el peso de la abundante vegetación del trópico.

La nariz algo aplastada por un golpe recibido en su juventud, y los ojos pequeños, oblicuos y tenaces, daban á su rostro una expresión de ferocidad asiática. Pero este gesto se esfumaba al sonreír su boca dejando visibles los dientes unidos y deslumbrantes, unos dientes de hombre de mar, habituado á alimentarse con salazón. Caminaba los primeros días por las calles desorientado y vacilante.

La Pepa dijo: Si el asado no se come ahora, se reseca y se quema... Viendo que la segunda fosa no se concluía, decidiose el Chucro a comer antes de enterrar a Peñálvez... Pero estaba en los primeros bocados, cuando éste se detuvo... ¿Por qué no seguís? preguntole. Ya acabé... contestó Peñálvez, verdaderamente sonámbulo.

La ola dió un golpe en la espalda de los dos primeros remeros, les hizo torcerse violentamente y pasó por encima de nosotros. No hubo nadie de los nuestros que no creyera que aquel era nuestro final. Al verme todavía en la lancha, yo me indigné. Estamos aquí parados estúpidamente les dije . Hay que pasar. ¡Hala! Nada, vamos dijeron todos.

Era pasado ya lo mejor y más brillante de ésta; las corridas, el tiro de pichón, las grandes excursiones en calesas y ómnibus al Borbonés, comenzadas en Agosto, concluían en los primeros días de Septiembre.