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Los primeros trabajos literarios se revisten de la influencia del maestro, y ha acertado á veces á imitarle tan de cerca en las composiciones lijeras, que aprovechamos esta ocasion para devolverle la propiedad de la poesía titulada «Noches de Diciembre» que por inadvertencia atribuimos á Echeverría.

Lo que más alivió la pesadumbre del vencido atleta fue oírle decir: «V. está malo, señor cura; pero Marroquín tampoco anda muy bueno... Tiene la cara como un pan... Además, dicen que va a quedar resentido del pechoEn los dos primeros años vino el asistente de su padre a sacarle todos los domingos del colegio y llevarle a casa.

En los primeros instantes que a la venganza de Morsamor se siguieron, parecía que Morsamor iba a triunfar por raro prodigio de su feroz valentía. Los que habían entrado en el edificio con Balarán huyeron al verle muerto. Volvió a cerrarse la puerta por donde habían entrado.

¡, ella era! ¡Cuánto tiempo, cuánta astucia, cuánta saliva habían gastado para averiguar aquel secreto sin conseguirlo! Y ahora se les venía á las manos cuando menos lo imaginaban. Habían sido de los primeros en sospechar que Demetria no era hija del tío Goro y la tía Felicia.

En un libro que se llama Playas, Ciudades y Montañas, yo cuento las aventuras de estos primeros rusos en Madrid, y el capítulo dedicado al asunto tiene un título muy significativo: Los rusos existen. Entonces nadie creía en los rusos. Ahora, en cambio, todos los hombres le parecen un poco rusos a la gente.

Enseguida descifraron el jeroglífico los desocupados villavejenses, que hasta en grupos de seis en seis acudieron los primeros días para leer en voz alta y a una: «La cotorra de El ValencianoDespués soltaban una risotada, miraban hacia el fondo del bazar contiguo, y se iban haciendo muchos comentarios.

Tras larga rebusca las encontró. Faltaban candeleros; pero el empleado, hombre de recursos, trajo un par de botellas vacías, e introduciendo en su cuello las velas, las encendió, colocándolas junto a las otras luces. Carmen se había arrodillado, y los dos hombres aprovecharon su inmovilidad para correr a la plaza, ansiosos de presenciar los primeros lances de la corrida.

El ruido que causaban los que iban saliendo, despidiéndose con regocijadas risas, y el húmedo relente con sus fríos vapores, hicieron a Lázaro volver en del largo desmayo al tiempo que los últimos grupos esperaban, en el espacioso vestíbulo y en los primeros términos del jardín, la llegada de sus carruajes.

Los primeros gritos fueron: ¡No pagamos! ¡Abajo la peseta! ¡Abajo el alcalde!

Resolví dar yo mismo los primeros pasos junto a Krakow para llegar a un arreglo, bien que no estuviese yo para él en olor de santidad. Por el contrario, yo podía pensar fundadamente que sus amenazas se dirigían a también, pues los dos habíamos tenido ya nuestros dimes y diretes en el concejo municipal.