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Veía Azpeitia por primera vez, aquel hermoso rincón del territorio vasco, que sólo de lejos rozaba la vía férrea, y en el cual parecían haberse refugiado el espíritu y las tradiciones de la raza. Aquella tierra era la de San Ignacio. A pocos minutos, en el centro del valle, estaba Loyola con su convento inmenso, cuya fealdad de caserón-palacio tentaba la curiosidad del doctor.

Escuchaba por primera vez estos ruidos pavorosos, y aunque había leído en las crónicas antiguas muchas descripciones del estruendo de las armas inventadas por los hombres, nunca pudo suponerlo tal como era en la realidad. ¡Grandes dioses! gritó . ¡Son tiros! ¡Disparos de armas de fuego!... ¡Y suenan cerca de la Universidad!... Adivino lo que ocurre.

Le Tas le aconsejó que aguardase en París noticias más positivas; pero se cree con tanto gusto lo que se desea, que la señora Chermidy ya daba a Germana por enterrada. De Trieste a Corfú hizo el viaje en el puente con los gemelos siempre en la mano, para ser la primera en anunciar la tierra.

En las regiones predilectas del sol, donde tradiciones y mitos van á buscar la mayor parte de las causas de la civilización de las naciones, es alrededor de la fuente, condición principal de la vida, donde afirman que por vez primera se reunieron los hombres.

Durante la primera hora todo fué bien; fumamos, reimos y hablamos de largo, mas poco á poco se nos entró la noche por la boca de la camareta, y las nuestras dejaron paulatinamente de moverse y de chupar.

Antes de la primera palabra de saludo, sus ojos formulaban siempre la misma interrogación... «¿Cuándo conseguiría el permisoEl grande hombre lamentaba la indiferencia de los militares con el elemento civil. Siempre habían sido enemigos del parlamentarismo. Además, Joffre se muestra intratable. No quiere curiosos... Mañana veré al Presidente.

Por último, terminaré estos apuntes consignando que al establecerse el gas, la calle de las Armas fué la primera que tuvo el nuevo alumbrado, poniendo término á aquellos tiempos en que nuestros abuelos tenían de noche la ciudad con luz... y á oscuras.

No tuvo que hablar mucho para decidirlos: los exaltó, organizó en secreto la espedicion, y vino á la primera oportunidad sobre estos muros. Era de noche: el cielo estaba cerrado; la lluvia azotaba los techos de la ciudad dormida.

Vuelto a España, empezó la serie de sus descubrimientos, apoyado pecuniariamente por los mercaderes de Sevilla, que hacían crédito a su valor. Uno de los Pinzones, Juan de la Cosa, el más experto de los pilotos, Américo Vespucio y otros navegantes de fama, dirigieron sus buques. Los marinos gustaban de ir con este capitán, el más valeroso y audaz de la primera época de la conquista.

Algunos de sus camaradas de círculo, alucinados por su imperturbable aplomo y sus grandes bienes de fortuna, concluyeron por considerarlo cual un espíritu fuerte de primera magnitud, y él mismo acabó por creerlo así también.