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La epopeya, así entendida, requiere, como se ve, el momento dichoso en que aparece el entendimiento colectivo de un pueblo: es la primera flor de su cultura, y pide para abrirse la primavera.

Quedó algún tiempo en esa posición y cuando en la siguiente primavera quiso mi tío hacerle sacar de allí, se apercibió que el árbol había brotado vigorosamente a lo largo del tronco.

Una mañana, en el salón principal del Paseo Grande, solitario a tales horas porque pocos confiaban en aquel anticipo de primavera, vio don Álvaro allá lejos la silueta de un clérigo. Era alto, sus movimientos señoriles. Era el Magistral. Estaban solos en el paseo; tenían que encontrarse, iban uno enfrente del otro, por el mismo lado. Se saludaron sin hablar.

Después la lluvia del invierno le pudre. ¿Dónde estaba el hermoso árbol? Hasta sus raíces se han podrido. Ese árbol no ha existido. Ha sido un hermoso sueño de primavera. Una horrible pesadilla de verano. ; Dios que ha hecho su criatura para que sea destruida, es incomprensible. La vida que pasa sin dejar tras vestigio alguno es un sueño. Quede sentado que la Biblia es un gran libro;

Entremeses, tortilla con picadillo, merluza a la vinagreta, chuletas de primavera, solomillo de cerdo, tarta de manzanas, queso y galletas, vinos, café y licores. Sexto. Entremeses, huevos a la marinera, anguilas fritas, ternera con champiñons, sesos huecos, codornices con tomates, postres, vinos, café y licores. PARA COMIDAS. Primero.

Oyeron el concierto que en las tardes dominicales de primavera allí se celebraba y ya de noche se restituyeron a su casa, no sin haber dado antes una vuelta por la confitería para comprar los postres de la comida.

Cuando aparece, ya la primavera y el verano son pasados. Entonces una dulce tristeza entra en el espíritu, porque un año de nuestra vida se ha disuelto... Los racimos han desaparecido de las vides; los pámpanos, secos, rojos, corren en remolinos por los bancales; el cielo está de color de plomo; llueve, llueve con un agua menudita durante días enteros.

Claro está que al decir yo todo esto de los climas del Norte no niego igual o mayor belleza a la primavera del Sur: lo que insinúo es que quizás la rapidez del cambio hace que por allá se sienta mejor.

No bien empieza a negrear y a madurar la aceituna, acuden de Africa los zorzales, cuajando el aire con animadas nubes. El jilguero, la oropéndola, la vejeta y el verdearon alegran la primavera con sus trinos amorosos. El gran Guadalquivir da mantecosos sábalos y sollos enormes; y dan ancas de ranas y anguilas suaves todos los arroyos y riachuelos.

El pálido invierno se ha alejado hacia el Norte, perseguido en el espacio por vivificantes rayos, y desde el hombre al insecto, lo mismo la gota de agua que las hojas todas, nos sentimos reanimados por el calor perfumado del sol de primavera.