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Todos pedían lo mismo, y él, que era del país, jamás había visto una rosa en Pestum... Algunas veces, para satisfacer el deseo de las viajeras, traía rosales de Capaccio Vecchio y otros pueblos de la montaña; rosales iguales á los demás, sin otra diferencia que la del precio... Pero él no quería engañar á nadie. Estaba triste: le preocupaba la posibilidad de la guerra.

El cochero dejó al caballo que ascendiese lentamente la cuesta continua de Possilipo. Se preocupaba ahora de no volverse para no ser molesto. Conocía bien á los que hablaban á sus espaldas: «Enamorados; gente que no desea llegar pronto.» Y olvidó sus ofensas, pensando en la generosidad del señor al ir en tan buena compañía. Ulises le hizo detenerse en lo alto de Possilipo.

El padre no ignoraba la inexactitud de tales palabras, pero agradecía la mentira como una gran muestra de amistad. Argensola era un compañero bueno y discreto; jamás, en sus mayores desenfados verbales, había hecho alusión á Madama Laurier. En aquellos días preocupaba al viejo el recuerdo de ésta.

El pueblo se había puesto en conmoción y muchos vecinos, aunque todavía era noche, salieron a la calle para enterarse. Cuando amaneció las calles se llenaron de gente y todos se convirtieron en agentes de policía para averiguar el paradero del niño secuestrado. El asunto preocupaba sobre todo a las mujeres que no cesaban en sus comentarios.

Durante el almuerzo, Isabel me dio cuenta de los trabajos de su padre en mi favor. El conde no estuvo tan expansivo y locuaz como la otra vez. Se conocía que algo le preocupaba, tal vez una pérdida grave en el juego de la noche anterior. Siguiendo los impulsos de su carácter, atacó bruscamente la fortaleza, reprobando en términos severos la estancia de Gloria en el convento.

Las elecciones le infundían esperanzas de que, si el señorito, elegido diputado, salía de la huronera, de entre la gente inicua que lo prendía en sus redes, era posible que Dios le tocase en el corazón y mudase de conducta. Una cosa preocupaba mucho al buen capellán: ¿el señorito se iría solo a Madrid, o llevaría a su mujer y a la pequeña?

Nosotros, merced á lo que hoy se llama ignorancia, teníamos las afecciones más limitadas, y con la sensibilidad casi virgen, nos preocupaba el suceso más común en la vida de ustedes; nuestras ilusiones eran pequeñas, es cierto, pero fuertes, y, sobre todo, consoladoras.

Lejos de imitar a la mayor parte de las jóvenes que no piden al ansiado novio más que fortuna o una posición envidiable, ella se preocupaba principalmente de las cualidades del alma del hombre a quien entregaría su vida. Presentía que el matrimonio es cosa grave y que no deben ligarse ligeramente los nudos.

Al saber que su compatriota iba á volver á Salta por la Puna de Atacama, el gaucho, que era hombre de honor, incapaz de olvidar sus compromisos, pensó en la antigua deuda, que le preocupaba con frecuencia y hasta algunas noches le había quitado el sueño. Mientras obsequiaba á su compatriota en un café de Antofagasta, le fué explicando su asunto.

A pesar de que en Villa-Sirena cada uno se preocupaba de sus propios asuntos, mostrándose distraído en sus relaciones con los otros huéspedes, el mal humor de Atilio iba haciendo penosa la vida común. Toledo presentía el motivo de esta conducta. Doña Clorinda le trataba mal indudablemente, y él, á su vez, se vengaba de sus humillaciones y disgustos mostrándose áspero ó irónico con los amigos.