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Aquel retrato podía ser el de muchas mujeres, pero a don Juan se le antojó la pintura de Cristeta: el presentimiento, sospecha o lo que fuese le pareció, sin embargo, ridículo; no obstante lo cual, hizo dos últimas preguntas: ¿Está casada? ¿Tiene un niño? ¿No le he dicho al señor que vive sola como un hongo?

Y cumplió la orden, haciendo un gran esfuerzo sobre misma. Descansó unos momentos contra la pared, pasose la mano por la frente y se encaminó con paso rápido hacia su casa, seguida de la doncella, que no había podido obtener respuesta a ninguna de sus preguntas. Aunque se sentía muy mal, se empeñó en esperar a su padre.

Neluco, entre tanto, continuaba pulsándole, ora en una muñeca, ora en la otra; arrimó el oído a su pecho, encima del corazón, y le descubrió y palpó las piernas hasta la rodilla; hízole varias preguntas luego, y, por último, se quedó un buen rato arrimado a la cama y mirándole fijamente, con la cabeza algo caída, como si no supiera qué decirle o lo estuviera discurriendo en vista de los fenómenos que observaba.

Contestó Carmen, muy sorprendida: ¿Cómo a buscarme? , acordemos en seguida un medio de que salgas de aquí. Pero, ¿por qué, Salvador? ¿Y todavía me preguntas por qué...? Yo que aquí estás muy mal; que sufres mucho...; que corres graves peligros.... ¿Quién te ha dicho eso?

Cayó entonces sobre el viajero un chaparrón de preguntas, no relativas a su estancia en Inglaterra, sino todas ellas referentes al viaje por mar. «¿Qué tal el viento? de bolina siempre, ¿verdad?... ¿No se os cayó alguna vez? El barco no cabecearía mucho; viene bien cargado... ¿Y las corrientes?

En dos cosas muy importantes, respondió Simoun, dos preguntas que puede usted añadir á su artículo. Primera ¿qué habrá sido del diablo al verse de repente encerrado dentro de una piedra? ¿se escapó? ¿se quedó allí? ¿quedóse aplastado? y segunda, ¿si los animales petrificados que he visto yo en varios museos de Europa no habrán sido víctimas de algun santo antidiluviano?

Ya de quién me habla... Moreno; un pobre hombre, un iluso. No nada de él. Insistió Robledo en sus preguntas, pero le fué imposible á Elena encontrar en su memoria una imagen clara y fija de aquel desaparecido. Creo que murió. Se fué á su tierra, y allá debió morir ¿Dice usted que no volvió nunca?... Pues entonces moriría aquí. Tal vez se mató.

La amable señorita le hizo unas cuantas preguntas de poca sustancia, y cogiéndole después por la barba y mirándole fijamente, dijo como si atase el hilo a una conversación empezada: ¡Pues no es feo este chico, Ángela! La brigadiera calló.

El mirar penetrante de sus ojos parecía, al fijarse en las cosas, querer arrancarlas la enseñanza que de ellas brota; nunca se le cansaba la boca de preguntas, ni los oídos de respuestas: en cambio, la impaciencia que demostraba para interrogar se le trocaba en calma para oír.

¿De modo añadió ésta quedándose delante de la silla que antes había ocupado , que no hay más asuntos que tratar por ahora entre los dos? ¿Por qué lo preguntas? Porque tengo que hacer en otra parte de la casa... Ya ves , la señora de ella, y lo mejor del día gastado en conversación...