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Con esto, don Narciso era el comensal obligado en todas las fiestas y gaudeamus de la sociedad elegante de Peñascosa: comía vorazmente, y de ello hacía alarde, bebía al mismo tenor, y cuando llegaban los postres, nunca dejaba de brindar con alguna coplita que resultaba casi siempre sucia.

Llegar a las aceitunas era también otra locución con que nuestros abuelos expresaban que había uno presentádose a los postres en un convite, o presenciado sólo el final de una fiesta. Aceituna zapatera llamaban a la oleosa que había perdido color y buen sabor y que, por falta de jugo, empieza a encogerse.

La comida fué mala, muy mala para nuestro gusto; pero una circunstancia la salvó: estaba embellecida por la amistad, por la franqueza decorosa y por la buena fe. Entre los diferentes sucesos que referimos al anciano, no omitió mi mujer la aventura de los tres platos de carne, de las tres sopas, de las tres legumbres y de los tres postres.

Un rugido de trompetería guerrera saludó desde el antecomedor el final del brindis, y los criados reanudaron apresuradamente el servicio. Aquí ya no dan más dijo Maltrana después de los postres . Subamos al jardín de invierno a tomar el café. Ocuparon los dos amigos una mesita inmediata a una de las puertas.

Cerca de los postres, la conversación, que era ya general, recayó sobre las mujeres, como ocurre en toda comida de hombres solos. Toledo tuvo la sospecha de que el príncipe había empujado dulcemente á sus comensales á hablar de esto. De pronto, Miguel resumió su opinión diciendo por dos veces: La gran sabiduría del hombre es no necesitar á la mujer.

En los postres estaban, cuando un criado apareció en escena, anunciando á un hombre que deseaba hablar con «el señor». Que pase adelante dijo éste, siempre dispuesto á complacer á todo el mundo.

Todos los postres que se ponen al horno después de cocer al baño maría se meten con el mismo recipiente con agua. Si en lugar de limón quiere ponerse canela o vainilla, cambia el nombre del flan, pero la confección es igual. FLAN DE AVELLANA. Para un cuartillo de leche, tres onzas de avellanas tostadas y molidas, cuatrocientos gramos de azúcar y doce yemas.

El único profano a quien se invitó fue Bonifacio; él, lleno de orgullo artístico, pero recordando que la hora señalada para la tal cena era de las que su esposa le tenía embargadas para las últimas friegas, ofreció ir a los postres y al café, reservándose el cuidado de echar a correr a su tiempo debido. No sabía que a lo que él iba era a pagar.

En ninguna parte pudiérais sentir menos la espera. ¡Ah! las diez... conque hasta las doce. Quede con vosotros Dios. Y Quevedo salió. Toda esta escena, á pesar de que había sido un poco picante, había pasado delante de la negra y del lacayuelo. Servidnos los postres y marcháos á almorzar dijo Dorotea apenas salió Quevedo. Montiño y la comedianta quedaron al fin solos.

Miguel recorrió innumerables veces la fauna moderna y la antediluviana, pero ya no le daba bendita la vergüenza; se distraía el tiempo de prisión tocando la trompeta con los puños hasta que venía el inspector a hacerle callar: los chicos, de quienes era querido, solían traerle los postres que les sobraban, o bien cigarrillos, o cualquiera otro entretenimiento para que no lo pasase tan mal.