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Todo aquello pasó ya, pero he tenido hace poco un sueño, Juan, he soñado con una mujer, en quien encontrarías lo que a me faltaba y miró amorosamente al tierno capullo que dormía a su lado, y que amarías como me has amado. ¿No es verdad? Y le clavó sus ojos, que despedían un postrer destello de luz. Juan le estrechó la mano, pero no contestó.

Alguien aseguró después que, hasta que de vista se perdieron, doña Mencía estuvo en el balcón de su estancia, que se elevaba sobre el muro, y desde donde se oteaba el circunstante paisaje, mirando a los que partían, y dando al mancebo cautivo un postrer adiós con el blanco pañizuelo de holanda que hacía ondear su diestra, cuando no se le llevaba a los ojos para enjugarse el llanto delator que los humedecía.

Sus amantes recibieron su postrer adiós, y sus correspondientes brazaletes, con mal contenida emoción. Los partes de casamiento anunciaban que la bendición nupcial tendría efecto el día 3 de marzo, a la una en punto, en la iglesia de Santo Tomás de Aquino. Inútil parece advertir que se había colgado el altar y se había engalanado el templo como en las bodas de primera categoría.

El postrer rayo del crepúsculo, que serpenteó hasta el cenit, reflejose en los ojos de la maestra con algo de su gloria, fluctuó y apagose desapareciendo en el ocaso. El sol se había puesto en Red-Gulch. En el crepúsculo y silencio la voz de doña María sonó majestuosamente. Me llevaré al niño; envíemelo esta noche.

Clavaba la huérfana sus ojos con terrible fijeza en el rostro de la Virgen Santísima; pero no brillaban, no, con expresión de rencor, sino con una como congoja suplicante, a la manera de la postrer mirada del moribundo que con los ojos pide misericordia a la imagen de Dios, creyéndola Dios mismo.

Mas de que, la postrer noche, questando él en su oracion, que tornó á él el Viracocha en figura de hombre, y estando despierto, y que le dijo: "Hijo, mañana te vernán los enemigos á dar batalla, y yo te socorreré con gente, para que los desbarates y quedes victorioso."

Vibrante y limpia nota seré para tu oído; Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido, constante repitiendo la esencia de mi fe. ¡Mi patria idolatrada, dolor de mis dolores, querida Filipinas, oye el postrer adiós! Ahí te lo dejo todo: mis padres, mis amores; voy a do no hay esclavos, verdugos ni opresores; donde la fe no mata, ¡donde el que reina es Dios!