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No, señor; no me debe usted más que mil quinientas cincuenta. , señora, le debo a usted dos mil, porque va usted a hacerme el favor de prestarme otros noventa duros... Necesito hacer algún regalito a mi novia y tengo poco dinero manifestó el joven poniéndose rojo como una amapola.

Quedó revuelta la gente en la plazoleta, rodaron las mesas, enarboláronse varas y garrotes, poniéndose cada uno en guardia contra el vecino, por lo que pudiera ocurrir; y mientras tanto, el causante de toda la zambra, Batiste, permanecía inmóvil, con los brazos caídos, empuñando todavía el taburete con manchas de sangre, asustado de lo que acababa de hacer.

Hombre, eso es muy grave, pero muy grave afirmó Juan, poniéndose más serio que un juez . ¿Está usted seguro de lo que dice? ¡Que si estoy seguro!... Lo he visto, lo he visto. Pronunció esto con oprimido acento, como quien va a romper en llanto. Y usted, Sr. D. José de mi alma dijo Santa Cruz fingiéndose, no ya serio sino consternado , ¿qué hace que no pide una satisfacción al duque?

Tristán se creyó aludido por estas palabras, y poniéndose serio, dijo con seguridad impertinente: Todos los hombres de espíritu elevado llevan dentro de un gran fondo de melancolía. Las circunstancias hacen que este fondo se manifieste de un modo o de otro.

Es usted injusta, cruel y mal pensada dijo don Juan, poniéndose en pie y haciendo ademán de coger el sombrero para irse. Cristeta le detuvo con una sonrisa, y mirándole con la más hechicera mezcla que imaginarse puede de tristeza y ternura, repuso: ¡Si hablara usted de veras! ¡Bah!... ¡Imposible!... Además, tengo una contrata para salir fuera este verano. Pero no irá usted sola.

Entreteníala, pues, ya que no la satisficiese, poniéndose escrupulosamente al tanto de todas las particularidades de las huertas de sus amigos, dándoles siempre oportunos consejos acerca del cuidado de la hortaliza y de la conservación de los frutales y regalándoles semillas exóticas que no se sabía dónde y cómo las adquiriera.

En hondos discursos os metéis, y no qué os diga, ni qué deje de deciros, contestó doña Guiomar, bajando los ojos y poniéndose muy más colorada que otras veces; y tanto más, cuanto que no a quién hablo.

Púsose de centinela en la calle del Bastero, y cinco minutos después vio a la fundadora entrar en la casa. «Han de subir por la calle de Toledo pensó ; desde allí las veré sin que me vean. Siguió a la calle de Toledo, poniéndose en acecho en la acera de enfrente, junto a la puerta de una taberna.

Y al decir esto llevó mano al bolsillo. Pero en el mismo instante echó una mirada á la calle por el balcón medio abierto y vió á la vieja Rosenda que desde lo alto de su hórreo los espiaba. ¡Ya está aquella bruja fisgando! exclamó poniéndose serio. Ven acá, Florita, ven á mi cuarto. Y enderezando los pasos hacia la escalera la bajó seguido de la joven y se entró en su cuarto.

¡Ah! y a propósito, no saben ustedes dijo Pedro como poniéndose ya en pie para despedirse , que la cabeza ideal que ha publicado en su último número La Revista de Artes.... ¿Qué cabeza? preguntó Lucía ¿una que parece de una virgen de Rafael, pero con ojos americanos, con un talle que parece el cáliz de un lirio?