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Paró él muy poco la atención en ella, embriagado por sus triunfos en la cátedra y en la sociedad; la trató con la protección amable que concede un grande hombre a un niño. Pero don Germán hizo su segundo viaje a América, transcurrió más de un año sin verla y cuando al cabo se encontraron Clara se había transformado en mujer.

Pues es un consuelo. ¡Cosas de la vida! Aquí no le puede pasar a usted nada. ¡Si le parece a usted poco estar en la cárcel! Eso no deshonra a nadie. Martín se hizo el asustadizo y el tímido, y preguntó: ¿Me traerá usted de comer? . ¿Hay hambre, eh? Ya lo creo. ¿No querrá usted rancho? No. Pues ahora le traerán la comida. Y el carcelero se fué, cantando alegremente.

Lo único que le diré es que la religión y el tiempo la curarán de este mal: la religión elevando su espíritu y haciéndole ver una segunda vida de premio y descanso donde los que hemos llorado seremos consolados, donde los que tuvimos hambre y sed de justicia seremos hartos; el tiempo, pasando su mano suave, suave, por estas nuestras heridas y cerrándolas poco a poco. Usted es aún muy joven.

Este diálogo rapidísimo en voz imperceptible fué observado por el duque, quien acercándose a Pinedo le preguntó con reserva y haciendo una seña expresiva: Diga usted, ¿Arbós y Pepa Frías?... Hace ya lo menos dos meses. La mirada que el banquero le echó entonces a la viuda no fué de la calidad de las anteriores. Era ahora más atenta, más respetuosa y profunda, quedándose después un poco pensativo.

La excitación de los sentidos, que al fin despertaban en ella de un modo violento, juntábase al cosquilleo del amor propio herido, para mantener vivo este deseo. Poco le faltaba, cuando veía a Luis a su lado, para abrirle su pecho y confesarle la abrasadora pasión que sentía. Sin conciencia clara de lo que hacía, Fernanda buscaba a su ex-novio por la finca.

Sin embargo, me equivoco. Al pasar uno de ellos por delante de para arrojar un haz de leña al fuego, me dijo con voz baja y conmovida: ¡Ya ve usted, señor, que en nuestro oficio se sufren a veces muchas penas! ¿Qué es eso, tío Azam? ¿Una carta? , señor... una carta que viene de París. ¡Y poco orgulloso estaba el buen tío Azam con que la carta viniese de París! Yo no.

Cuando esto leí hace poco más de un año, poco antes de que el señor Viondi pronunciara aquí el discurso del año anterior, me pareció que en estas palabras Martí se retrataba a mismo.

Miguel, en su silencioso entusiasmo, enumera lo que acaba de hacer por la humanidad este gran pueblo, tenido hasta poco antes por egoísta y positivo, y que se presenta como el más romántico y generoso.

No se toman remedios, sino se toman, por decirlo así, las virtualidades, el espíritu, la sombra vaporosa de los remedios. ¿Quién sabe si dentro de poco se inventarán también alimentos homeopáticos, de que ya son precursores el extracto de carne de Liebig y la Revalenta, y nos nutriremos con la virtualidad o la esencia eléctrica e imponderable de los pavos y de los jamones, en vez de nutrirnos del modo vulgar y grosero que ahora se usa?

Verdad es que se fusila una mañana 44 indios en una plaza de la ciudad, para dejar yertos a todos con esta matanza que, aunque de salvajes, era al fin de hombres; pero poco a poco se abandona, y el cuchillo se hace el instrumento de la Justicia. ¿De dónde ha tomado tan peregrinas ideas de gobierno este hombre horriblemente extravagante? Yo voy a consignar algunos datos.