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Izquierdo propuso la fundadora sonriendo , ya sabe usted... esta amiga mía quiere recoger a ese pobre niño, que tan mal se cría al lado de usted... Son dos obras de caridad, porque a usted le socorreremos también, siempre que no sea muy exigente...».

Colombine rêve surprise d'écouter un coeur dans la brise et de sentir dans son coeur voix. también oías voces milagrosas en tu corazón cuando cincelabas tus versos con la pluma menguada y con el tinterillo ruin del café bohemio. ¡Oh, pobre, maldito y solitario!

¡No me hables de ella! exclamó Alicia, á pesar de que su compañero no había dicho nada . ¡La detesto!... El pobre Martínez en el olvido. Me lo disputa, me lo quita, y luego viene en busca de Castro, mientras el otro infeliz vagará por Monte-Carlo. ¡Qué mujer! ¡El mal que me ha hecho!... Ella tiene la culpa de todo.

Pues de ayer acá, todo ha cambiado en el pobre chico, como si para mirarle te pusieran un velo negro delante de los ojos. ¿Es verdad esto? ¿ o no? Respóndeme, hija mía, pero acordándote de que te has alabado hace un momento de ser llana y a la buena de Dios. Otra exageración tuya, papá dijo Nieves eludiendo la respuesta terminante que se la pedía . No es ese el caso.

Mira, pon en planta a Papitos, y que encienda lumbre... Le haremos chocolate en seguida; porque la debilidad es lo que le pone así, y hay que meterle lastre en aquel pobre cuerpo. Toma las llaves, saca de aquel chocolate que nos dio Ballester, chocolate con hierro dializado... ¡Qué chico, vaya por dónde le da...! Salgo al momento.

Hijo, es preciso hacer algo por la vida: considera que es uno un pobre, con mujer, nueve hijos, dos suegras y tres cuñadas; dos suegras, señor, la madre y la abuela de mi mujer, y si uno no se da maña para mantener a este familión... La verdad es que a todos les di cordelejo: a D. Mauro, al papanatas de Juan de Dios, y a ti mismo, que ahora resucitas para pedirme a Inés. ¿Pero la amabas ?

Durante un buen espacio de tiempo la anciana nada dijo; pero al ver de repente a Yégof, a quien no había distinguido hasta entonces, golpear a Duchêne con el cabo de su lanza y arrojarlo fuera de la casa, no pudo reprimir un grito de indignación. ¡Oh, miserable!... ¡Es preciso ser un cobarde para maltratar a un pobre viejo que no puede defenderse! ¡Ah, bandido! ¡Si yo te cogiese!...

¿Aquel que se atrevió á decirnos un día que el infierno era negro como vuestros ojos, y que vuestros ojos quemaban sin llama como el infierno? Pues si es ese santo varón, ya contra quién tenemos que conspirar. ¿Contra quién? Contra el conde de Olivares. ¡Ah! el pobre conde nos va á servir de mucho. Pienso valerme de él para otras muchas cosas. ¡Ah! ya no tenemos tiempo de prevenirnos.

Yo mismo añadió siento cierto remordimiento al pensar en mi abuelo. ¡Pobre señor!

La hizo trasladar a una habitación aislada: él pagaría todos los gastos. Y pasó las tardes al lado de la enferma, escuchando sus consejos, alentándole en sus esperanzas. La pobre le suplicaba que cuando llegase a las alturas no abandonase al señor José y a su hijo. Aquel hombre era bueno para ella y la había ayudado valerosamente en los momentos peores de su pobreza.