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El Gobernador, teniendo en cuenta la naturaleza de los materiales de construcción disponibles, así como la diferencia del clima y costumbres sociales de la colonia, había trazado el plano de su nueva morada á imitación de las de los caballeros de moderados recursos en su país natal.

Una bola, por ejemplo, una naranja, atravesada en su centro por una aguja larga, será la Tierra. Coloquemos la bola en un punto T de la orilla de la mesa, de modo que la aguja que representa el eje de rotación, quede inclinada sobre el plano de la mesa.

¡Pues lo es! y no me ciega un entusiasmo perturbador; pero perfectamente que aun cuando me aceptara de plano, como dices, se mantendría en su actitud de hoy, mientras viva su padre; podré ir veinte, cien veces, y siempre me diría lo mismo. ¡Quién sabe! Ricardo, insiste y allá veremos. Este no es asunto que se gane con la insistencia, ¿no es verdad, Baldomero?... usted que la conoce bien.

Llegado á la latitud de 39° 55' S se tendrá la boca del rio al S. 67° 30' O. En dicha latitud, á la distancia de dos á tres millas de la boca, se encuentra la profundidad de cuatro brazas, y se observan unos médanos, ó cerrillos de arena al N. 78° 45' O, marcados con letra B en el plano que acompaño ; y un arbol solo el mas notable, letra D, en la misma direccion de la entrada de la boca, que es S. 67° 30' O.

Habiendo hecho el plano de este itinerario, resultó claramente, como yo lo esperaba, que el nuevo tránsito practicado por era mucho mas corto, y no tan peligroso como el de Palta-Cueva. Camino de Moxos á Santa-Cruz de la Sierra por el rio Grande y el rio Piray.

El hombre, con ser más mezquino, aventaja al cíclope, a causa de poseer dos ojos con que ve en profundidad el mundo sensible. Ahora bien: describir es como ver con un ojo, paseándolo por la superficie de un plano, porque las imágenes son sucesivas en el tiempo, y no se funden, ni superponen, ni, por lo tanto, adquieren profundidad.

En el plano de la ciudad que mandó hacer Olavide siendo Asistente de Sevilla, figura ya indicada la Alameda del Arenal, y lo mismo en el que en 1788 se publicó durante el mando de Lerena, pudiendo decirse que por entonces era aquel terreno de los más concurridos de la ciudad.

El sol caía de plano calcinando el blanco polvo de la carretera, y las hojas de los temblorosos álamos, que bordeaban el camino, habían suspendido su eterno movimiento, adormecidas bajo el peso de una temperatura agostadora. Un perro de raza dudosa, lomo rojizo, orejas de lobo y prolongado hocico, caminaba con el rabo caído, la mirada triste, la boca abierta y la lengua colgante.

Hombres, mujeres y chiquillos cayeron sobre los dos, al parecer forasteros y judíos, y sin duda los hubieran despedazado, si no acuden muy a tiempo Miguel de Zuheros y Tiburcio, abriéndose paso por entre la alborotada y amontonada muchedumbre y sacudiendo golpes sobre ella, con las espadas desnudas, aunque procurando que fuese de plano, para no causar heridas ni muertes.

¿Por quién lo dice usted, por don Carlos? preguntó Martín. . ¿Usted también cree que no es hombre de talento? ¡Qué va a ser! Es un tipo vulgar sin ninguna condición. Luego, no tiene idea de nada. Hablé con él cuando el bombardeo de Irún, y no se puede usted figurar nada más plano y más opaco. Pues no lo diga usted por ahí, porque le hacen a usted pedazos.