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Al principio, cuando yo tenía que entrar aquí con esos barrilillos a la espalda, sudaba la gota gorda; pero ahora ya me he acostumbrado. ¿Y si se te escurriera un pie? Pues nada; se acabaría todo. Lo mismo da morir ensartado en un abeto que toser durante semanas y meses tendido en un jergón. En tal momento, Divès iluminaba con la linterna las pilas de barriles, que llegaban hasta la bóveda.

14 Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esta cosa es descubierta. 16 Tenía el sacerdote de Madián siete hijas, las cuales vinieron a sacar agua, para llenar las pilas y dar de beber a las ovejas de su padre. 17 Mas los pastores vinieron, y las echaron.

Las pilas son de piedra arenisca; el pozal es de madera; sobre la puertecilla destaca un cuadro de azulejos. San Antonio, vestido de azul, mira extático, cruzados los brazos, a un niño que desciende entre una nube amarillenta y le ofrece un ramo de blancas azucenas. Detrás del aljibe hay una balsa pequeña y profunda. La cubre una parra.

Figúrense el cuadro: el viejo temblaba, y empinábase; las niñas vestidas de azul, agarradas a la silla de éste, detrás de él Mamette, jadeante, con los brazos tiesos, y dominando todo esto un leve aroma de bergamota que despedían grandes pilas de ropa blanca amarillenta amontonada en el armario abierto. Era encantador.

El suelo intransitable ponía obstáculos sin fin, pilas de cántaros y vasijas, ante los pies del gentío presuroso, y la vibración de los adoquines al paso de los carros parecía hacer bailar a personas y cacharros. Hombres con sartas de pañuelos de diferentes colores se ponían delante del transeúnte como si fueran a capearlo.

Eran máquinas desmontadas, cuyas ruedas yacían empotradas en el barro; calderas enormes, con el cóncavo vientre hundido en pilas de planchas rotas; y entre estos grupos de residuos de la industria, filas y más filas de balcones en correcta formación, y verjas de jardín guardando en sus garras el yeso de las pilastras. Los dos amantes apenas se detuvieron en esta parte del Rastro.

Entonces comprendí, azorado y atónito, que alrededor de las murallas de esa pieza había, formando altas pilas, unos sobre otros, una inmensidad de sacos de cuero llenos hasta casi reventar. Toqué una pila que había al alcance de mi mano, y vi que lo que dentro se encerraba, era duro y angular y no cedía a la presión.

Sobre el escritorio había dos pilas de libros ingleses con cubiertas blancas; una caja de papel de cartas; una bombonera antigua, y un saco de viaje. En la mesita de trabajo y en el velador había más libros.