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Muchos días las criadas encontraban la cama intacta. La señora según ellas afirmaban en sus conversaciones de la cocina dormía en el suelo ó no dormía. Sus ropas interiores, que cada vez llegaban con mayor retraso á las pilas del lavadero, tenían salpicaduras de sangre.

Próximo a ellos, en la mesa, iluminada por una vela, se encontraba el oro recobrado, el oro tanto tiempo amado, dispuesto en pilas regulares, como Silas tenía costumbre de ponerlo en los días en que aquel metal era su única alegría. Acababa de mostrarle a Eppie cómo tenía la costumbre de contarlo todas las noches y cuál había sido la desolación extrema de su alma hasta que su hija le fue enviada.

Entre las barracas corría un arroyo de aguas sucias que se desbordaban al chocar con un perro muerto e hinchado, y en distintos sitios se veían grandes montones de trapo, ferretería de desecho, rejas desbaratadas, llantas de carros, pilas de ventanas sin vidrios y huesos de animales. La más asquerosa de aquellas viviendas era la del Guarro y la Mona. Para entrar tuvieron que agacharse.

Y al pensar en el estado ruinoso en que halló su lengua materna y en lo que con ella ha hecho, imaginábame uno de esos vetustos palacios de los príncipes de Baux que se ven en los Alpilles: sin techo, sin balaustradas en las escalinatas, sin vidrios en las ventanas, quebrado el trébol de las ojivas, corroído por el moho el escudo de las puertas; gallinas picoteando en el patio de honor, cerdos hozando bajo las esbeltas columnillas de las galerías, el asno paciendo dentro de la capilla, donde crece la hierba, las palomas bebiendo en las grandes pilas de agua bendita, rebosantes de agua de lluvia, y finalmente, entre esos escombros dos o tres familias de labriegos que han construido chozas alrededor del vetusto palacio.

Mi corazon y mis ojos á ser mios todavía, rendido los ensartara en la hermosa gargantilla. Mandó Abde-r-rahman construir hermosas mezquitas en Córdoba, y en ellas puso fuentes de mármol y jaspes varios, y trajo á la ciudad las aguas dulces desde los montes con encañados de plomo, y la llenó de fuentes y edificó baños públicos de mucha comodidad, y abrevaderos y grandes pilas para las caballerías.

En la feraz vega de Zaragoza, pasó por entre pilas de melocotones que parecían balas de fuego, y vio las lozanas viñas de uva retinta, cuyo zumo enardece la sangre de los paisanos de Lanuza.

Y lo más triste de todo, sin que en su tiempo, como las pilas de papeles de la Aduana, hubieran proporcionado á aquellos que los borronearon las comodidades y medios de subsistencia que obtuvieron los aduaneros con los rasgos inservibles y comunes de sus plumas.

El mosto que chorreaba débilmente caía con ruido de fuente escasa en los recipientes de piedra, y un largo tubo de cuero, semejante a una manga de incendio, lo tomaba de las pilas y lo conducía al fondo del lagar en donde el sabor azucarado de las uvas aplastadas se convertía en olor a vino y en cuya proximidad era la temperatura muy alta.

Allá, a lo lejos, los ojos del joven columbraron un grupo de chimeneas altas y delgadas como los mástiles de un buque y adornadas de blancos y negros y flotantes penachos de humo. En torno suyo, una población cuya magnitud no pudo medir entonces. Era la metalúrgica y carbonífera villa de Lada. Mucho humo, mucho trajín industrial, mucho estrépito, muchas pilas de carbón, muchos rostros ahumados.

La peña aquella ocupaba tres mesas, y antes de que los parroquianos llegaran, el mozo les ponía a todos el servicio. Juan Pablo entraba a las ocho, cuando aún no había en el local más que tres o cuatro personas, y los mozos estaban de conversación sentados junto al mostrador. En este, el amo o encargado preparaba los servicios, poniendo pilas de platillos de azúcar.