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Lo copiado da idea harto exacta de aquellos sucesos, que tuvieron término al tercer día ó sea el 10 de Marzo, en que se libró una verdadera batalla en las calles, entre el pueblo hambriento y las autoridades y los nobles, cuyos resultados fueron funestos para los amotinados, pues la fuerza armada los venció y en la refriega perecieron muchos infelices de los que se habían alzado pidiendo pan.

Balbucí algunas palabras de disculpa..., para acabar pidiendo a Luz, entre lágrimas, que no me aborreciera. » ¡Aborrecerte! exclamó la infeliz, enjugando mis ojos con sus besos , ¡siendo mi madre, y con lo que has llorado!... »No tenía derecho a pedir, más, cuando me daba lo que yo no merecía. »Después de esta escena, volvió Luz a caer en sus tristezas.

Miguel conservó su sonrisa, mientras se escandalizaba interiormente de esta proposición. ¡En qué cosas pretendía mezclarle esta mujer!... ¡El pidiendo dinero á un prestamista del Casino!...

Se multiplicó para dar testimonios de alegría. , una enemistad antigua, había terminado. La boda de aquellos queridos hijos había sido la ocasión de perdonar las injurias. El señor Roussel había llegado con los brazos abiertos pidiendo que todo se olvidase y ella no había creído que debía negarse á la indulgencia. Tal conducta no hubiera sido propia de una mujer ni de una cristiana.

2 Y vinieron a él el príncipe de los sacerdotes y los principales de los judíos contra Pablo; y le rogaron, 3 pidiendo gracia contra él, que le hiciese traer a Jerusalén, poniendo ellos asechanzas para matarle en el camino. 4 Pero Festo respondió, que Pablo estaba guardado en Cesarea, adonde él mismo partiría presto.

Total; que cuando acudas pidiendo socorro ya será tarde, y esas personas te dirán: 'Entiéndete ahora, húndete, y cúbrete de vergüenza y date a los demonios'». Pronunciada esta elocuente filípica, continuó la señora un buen espacio de tiempo dando resoplidos, y Fortunata no levantaba los ojos de su costura.

Bajo la tutela de D. Paco, en quien tiene confianza sin límites la señora, dejolas esta salir, después de vestirlas a lo monjil en tales modos, que parece van pidiendo para la <i>Archicofradía de los Clavos y Sagradas Espinas de Hermanas Siervitas con voto de pobreza</i>.

Tía, no creo realmente manifestar ridículas exigencias, pidiendo a mi futura mujer principios más sólidos que los de la señorita de la Treillade, para quien los niños son polichinelas molestos, verdugos de la belleza... y en cuanto a las escandalosas historias, a las pocas decentes bromas, a los eróticos equívocos con que aquella señorita esmalta sus conversaciones con sus amigas, de sobra que por desdicha, es hoy moneda corriente entre señoras de alta sociedad, y aun, lo que es peor... entre solteras... Pero, si me caso, es precisamente para no oír en mi casa lo que escucho en la de cualquier cortesana... Todo lo contrario, deseo para siempre olvidar ese tono, ese lenguaje de que me siento harto hasta el fastidio... ¡Quiero respirar un poco de aire puro en mi hogar!

Otros hay que, después de llevar una vida de continuo sobresalto, pues un paso en la calle es para ellos una semana de arresto, se encierran en sus guaridas, se aíslan de sus compañeros y, pasada una temporada, salen transformados, pidiendo a la policía que no los persiga y declarando que van a trabajar.

Pero las manos, que fray Luis tenía escondidas en las mangas de su hábito, estaban crispadas, y sus uñas se ensangrentaban en sus brazos. Y no contestó á la reina, porque estaba retando con su espíritu; porque estaba pidiendo á Dios alejase de él la tentación.