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Y así era el Marquesito original, vestía a la moda, según la entendía su sastre de Madrid, que le tomaba en serio, que le cuidaba, como a parroquiano inteligente y de mérito. No exageraba ni por ajustar demasiado la ropa ni por dejarla muy holgada, ni se excedía en los picos de los cuellos, ni en las alas de los sombreros. Procuraba tener estilo indumentario para no parecerse a cualquier figurín.

Son las águilas blancas que decoran sus picos con el ramo de oliva, las libérrimas águilas que con un aletazo desafían al trueno, pero que al presentir el deshielo constante de las nieves del Norte, abandonan los Andes por el nido que España les conserva caliente en la cumbre soberbia del natal Pirineo. Ha caido Cartago.

Durante un buen rato, permanecieron allí, sentados en plácida calma, mientras los picos carpinteros charlaban sobre sus cabezas y las voces de los niños jugando a escondite llegaban algo débiles desde la hondonada. Lo que hablaron, poco importa, y lo que pensaron, que podría ser interesante, no pudo traslucirse.

No puedo, sin embargo, resistir al deseo de aprovechar esta ocasión para explicar, si me bastan pocas palabras, lo que pienso sobre lenguas, dialectos, regionalismo, nacionalidades y varios otros puntos que forman el proceso de este negocio. La materia es tan vasta, que apenas podré tocarla sino de paso, ó mejor diré, al vuelo, posándome sólo en las cimas ó picos más salientes.

Se dice que tienen picos de 18.000 y más pies de altura. ¿Estamos muy lejos de esa isla? Tal vez a cuarenta millas. ¿Llegaremos a ella? Las costas meridionales son peligrosas, Cornelio, y sus habitantes, casi todos piratas. Trataremos más bien de llegar a las islas Arrú, que se encuentran a la entrada del mar de las Molucas, y donde espero encontrar pescadores holandeses de trépang.

El día que tal hizo fuimos á la casa en que se hallaba, y la encontramos llorando, teniendo á la vista su carta con los cuatro picos quemados, una mortaja, un cordón, un rosario y cuatro velas amarillas.

Después pasó el griego, seguido de dos admiradores, sudoroso, con la pechera arrugada y el chaleco subido, dejando ver la camisa entre sus picos y la cintura del pantalón. Levantaba los hombros con desprecio. El mundo estaba trastornado: ya no había lógica. ¡Por eso las cosas de la guerra marchaban tan mal!... Y se alejó hacia el pasaje subterráneo, para volver al Hotel de París.

En otra silla está la loza, mucha loza y muy fina, y en cada plato una fruta pintada: un plato tiene una cereza, y otro un higo, y otro una uva: da en el plato ahora la luz, en el plato del higo, y se ven como chispas de estrella: ¿cómo habrá venido esta estrella a los platos?: «¡Es azúcardice el pícaro padre: «¡Eso es, de seguro!»: dice la madre, «eso es que estuvieron las muñecas golosas comiéndose el azúcarEl costurero está en otra silla, y muy abierto, como de quien ha trabajado de verdad; el dedal está machucado ¡de tanto coser!: cortó la modista mucho, porque del calicó que le dio la madre no queda más que un redondel con el borde de picos, y el suelo está por allí lleno de recortes, que le salieron mal a la modista, y allí está la chambra empezada a coser, con la aguja clavada, junto a una gota de sangre.

El sol acababa de ocultarse detrás de los picos gigantescos de las sierras cercanas, haciendo que las pirámides, agujas y rotos obeliscos de la cumbre se destacasen sobre un fondo de púrpura y topacio, que tal parecía el cielo, dorado por el sol poniente.

Por último, sosegó la tempestad del cielo. Poco a poco habían ido desapareciendo detrás de las montañas los espesos nubarrones que manchaban la faz del firmamento. Unos cuantos que habían quedado rezagados y que a largos intervalos, cruzando por delante de la luna, sumían a la tierra en las tinieblas, también traspusieron los picos de las montañas.