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Levántate a la altura de tu dignidad, abraza con resignación la vida del claustro, y dentro de algún tiempo te verás libre de ese gran peso. No, no puedo. La vida del claustro me aterra. ¿Sabes por qué? Porque tengo la seguridad de que en el convento he de amarle más, mucho más.

MARTÍN FIERRO 1110 Dios guarda entre sus secretos el secreto que eso encierra, y mandó que todo peso cayera siempre en la tierra; 1111 y sigún compriendo yo, dende que hay bienes y males, jué el peso para pesar las culpas de los mortales. MARTÍN FIERRO 1113 Moreno, voy a decir, sigún mi saber alcanza: el tiempo sólo es tardanza de lo que está por venir;

EL MORENO 1099 no te trabes lengua mía; no te vayas a turbar; nadie acierta antes de errar, y, aunque la fama se juega, el que por gusto navega no debe temerle al mar. 1100 Voy a hacerle mis preguntas, ya que a tanto nne convida, y vencerá en la partida si una esplicación me da sobre el tiempo y la medida, el peso y la cantidá.

«La hogaza de pan con peso de tres libras dice Martín Villa subió á 24 y 30 reales: las familias acomodadas sintieron la escasez y miseria: los más pobres y los más desvalidos fallecían desmayados en las calles, y en las casas más caritativas se cuidaban de poner con aseo y alguna decencia, arrimados á la pared de la calle, los despojos de la cocina para que los indigentes pudiesen rebuscar entre ellos alguna cosa con que aliviar el hambre que los devoraba

La unidad monetaria de la Argentina es el peso. Existen a un tiempo el peso de oro y el peso de papel.

¡No puede usted, no puede usted!... ¡no lo mueva usted, es peor!... ¡Me voy a matar! gritó la Fandiño. Los demás callaban. ¡Estate quieta! dijo en voz baja, ronca y furiosa don Álvaro, que de buena gana la hubiera visto caer de cabeza. E intentó el segundo esfuerzo sin fortuna. Aquello no se movía. Sudaba más de vergüenza que de cansancio. Un hombre como él debía poder levantar a pulso aquel peso.

No recordaba cómo ni cuándo las había recogido y envuelto otra vez en su cucurucho. Después que palpó su tesoro, empezó a sentirlo por el peso, peso que le oprimía dulcemente el pecho.

No tenía un pedazo de tierra libre del peso de una hipoteca; las rentas apenas si daban para los réditos, y hasta la misma casa en que ella vivía era una finca que producía poco, por culpa de su vanidad. Cuando al quedar viuda te pusiste en mis manos, vivías en una de las dos habitaciones del piso segundo y tenías alquilado este principal. Un duro diario es una gran cosa, y más en tu situación.

Pero, cuando quiere caminar, sus rodillas se doblan bajo su peso. Ya ves, no puedo dice con triste sonrisa. Bueno, te llevaré yo dice él abriendo los brazos. Se escapa un murmullo de los labios de Gertrudis, mitad de júbilo, mitad de queja; un momento después, su cuerpo, levantado del suelo, está en los brazos de Juan.

Para esto solo respondió Sagrario, sonriendo también , y para lo que de ello se cae por su propio peso. Lo suponía: un poco de comentario; pero como te quedaste tan callada... Pensaba yo que a ti te tocaba empezar.