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Me vi bastante torpe para expresarles la gratitud que les debía por aquel acto tan honroso para la memoria de mi tío, y la satisfacción de que me sentía poseído al estrechar las manos de unas personas de quienes tantas y tan grandes noticias tenía yo desde que había llegado a Tablanca.

DOROTEA. Cálmate, por Dios... Hermana querida, tus tormentos tocan a su fin. Oye... Mi madre me llama. DOROTEA. No delires... Otras voces, voces de personas vivas, te llamarán... PANTOJA. Hija mía, ¿cómo saliste de la iglesia sin que yo te viese. DOROTEA. Salimos a respirar el aire puro. Electra se asfixiaba. PANTOJA. Hija mía, ¿te sientes mal? Mi madre me llama.

Pero esta conspiracion fué descubierta por el corregidor en la víspera del Corpus, quien prendió algunos conversos, i á fuerza de tormentos logró inquirir cuanto se habia maquinado por los míseros judíos para castigar á los robadores de sus haciendas, á los destructores de sus casas, á los infamadores de su linaje, i á los opresores de sus personas i entendimientos.

El regente opinó, y con él toda la Territorial, que el señor Mourelo, arcediano, había estado a mayor altura que el señor Obispo. Esto cundió por las tertulias, corrillos y paseos, y cuantos pretendían pasar plaza de personas instruidas, lamentaron que no hubiera más fondo en los sermones del prelado, que no se preparase y que se prodigara tanto.

Personas hay admitidas, que un día, de repente, se hallan festejadas por cualquier motivo, por un peinado nuevo, por un caballo que ganó en las carreras, por un escándalo que las gentes susurran bajito y piensan leer en el rostro del feliz mortal. De estos éxitos efímeros Perico Gonzalvo tuvo muchos: su hermana, ninguno, a despecho de reiterados esfuerzos para obtenerlos.

Sentiríamos que este rumor se confirmase por afectar directamente a personas muy conocidas y estimadas en la sociedad sarrienseGonzalo sintió que algo que aun estaba por desgarrar se le desgarraba dentro del pecho. Dejó caer el papel.

I en tanto que por Sevilla andaban tan poderosos i bravos los jueces de este tribunal, ya en la vecina ciudad de Córdoba habian comenzado á ejecutar grandisimos rigores. Una de las primeras personas reducidas á cenizas por judaizantes fué Pedro Fernandez de Alcaudete, tesorero de aquella iglesia.

Y ved aquí un banquero que pasaba horas largas limpiando metales, quitando el polvo, haciendo recorrer tejados y chimeneas, y cobrando, por ayudar al administrador, los recibos de inquilinato de las muchas casas que el marquesado de Aransis posee en Madrid. Estaba una mañana el buen hombre en el patio, cuando se abrió la puerta y aparecieron tres personas.

Llegó D. Julián Calderón con Mariana y Esperancita, Cobo Ramírez con León Guzmán y otros tres o cuatro pollastres, el general Pallarés, los marqueses de Veneros y otras varias personas, entre las cuales predominaban los banqueros y hombres de negocios. Uno de los últimos en llegar fué el duque de Requena, a quien se hizo la misma acogida ruidosa y lisonjera que en todas partes.

Oyendo lo cual, Sancho, que con grande atención le había estado escuchando, dando una gran voz, dijo: ¿Es posible que haya en el mundo personas que se atrevan a decir y a jurar que este mi señor es loco?