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No se crea por lo dicho que acuse yo al señor Ortiz de Pinedo de crear personajes exageradamente malos. El peor de cuantos en La sima figuran tiene en el mundo, fuerza es confesarlo, modelos más viciosos, más perversos y más ruines. No peca, pues, el Sr.

Dejando á su noble amigo y á los personajes de la ciudad congregados para el banquete, dirigióse el barón con su Guardia Blanca á la playa, donde comenzó rápidamente el embarque de hombres, caballos y armas en grandes barcas que los condujeron á bordo del galeón.

El ruido sobre los morrillos y los relinchos los producen las almadreñas y los pulmones de los mozos. Este acontecimiento hace en los personajes de la cocina un efecto agradabilísimo; callan todos como estatuas y se disponen á escuchar.

No ocurría suceso en Alcira que él ignorase; todas las debilidades y ridiculeces de los personajes de la ciudad, las hacía públicas en su barbería para regocijo de los de la cáscara amarga que se reunían allí a leer los órganos del partido.

¿Será necesario afirmar que, aun concretado á una especialidad, el Duque de Cantarranas era un excelente crítico? Baste decir que sus consejos tenían fuerza de ley y sus dictámenes eran tan decisivos, que jamás se apeló contra ellos al tribunal augusto de la opinión pública. Por eso le cité, en unión de los otros tres personajes que describiré luego, para que juzgase mi obrilla.

Clara halló, sin duda, muy raro todo aquello, fuera del uso y del estilo común; pero la cara de D. Fadrique estaba tan seria, y su expresión era tan simpática y noble, que, á pesar de las ideas con que personajes devotos habían manchado precozmente la conciencia de la niña, hablándole de pecados y faltas, Clara no pudo ver allí ningún atrevimiento liviano.

Deseoso de pasar inadvertido, subió á los pisos superiores con la esperanza de encontrar un asiento en las galerías que daban al patio, y estaban ocupadas esta mañana por las esposas y las hijas de todos los personajes de la República.

Terminada la procesión, el señor don Andrés tenía que echar el bodegón por la ventana y dar de cenar a los apóstoles, a los profetas, a los antiguos personajes bíblicos, a la plebe de Jerusalén, a los nazarenos y a la guarnición romana.

En el fondo de estas comedias, como en algunas de las precedentes, y de las que siguen, predominan los mismos elementos que en las demás españolas, distinguiéndose sólo por el colorido que le presta el personal de príncipes y cortesanos que en ellas se presenta, así como por el tono, también distinguido, correspondiente á la categoría de sus personajes. El galán fantasma.

La transición es demasiado brusca; su costumbre de avizorar pacientemente en las almas para desmenuzar los móviles de cada sentimiento ó pasión, les vuelve prolijos; sus personajes, obligados á decir todo lo que en el libro los novelistas, aun los más impersonales, acostumbran á explicar por su cuenta al lector, «hablan demasiado»; las escenas van devanándose con lentitud desesperante; los actos «pesan».