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Además, una mudanza tan precipitada sería un trastorno. Yo tengo mi plan, y, con tu permiso, le hemos de llevar a cabo. Enrique yo que gusta de la soledad para sus estudios y meditaciones. Permite que vaya a vivir en tu casa. En un momento le arreglaremos allí habitación conveniente. Tu casa está cerca.

Sr. Virey permiso franco para reuniros en un Congreso. Ya estais congregados: hablad con toda libertad, pero con la dignidad que os es propia, haciendo ver que ereis un pueblo sábio, noble, dócil y generoso.

Y la gente de establo y cocina decía que estaba bien, lo que es mucho decir, porque ésa es gente que lo halla mal todo. Y el ruiseñor tenía su caja real, con permiso para volar dos veces al día, y una en la noche. Doce criados de túnica amarilla lo sujetaban cuando salía a volar, por doce hilos de seda.

Esto es lo que quería decir para justificar el género de esta obra, en la que no se encontrarán más que caracteres esbozados, hechos entrevistos, el cuadro defectuoso, en fin, de una obra más que mediocre, que no he tenido el tiempo, ni el talento, ni la fuerza de hacer mejor. Como es mi héroe, con todos sus errores y pasiones, el que habla, pido permiso al lector para hablar de él.

Sin embargo, como se hallaba entre sus ministros, le guardaba ciertos miramientos que en otro sitio se hubiera desdeñado de concederle. Con permiso de usted, a me parece que la existencia de un ser creador de todas las cosas no es tan fácil de probar. Se prueba, como tres y dos son cinco gritó un presbítero escanciándose una copita de aguardiente. Verá usted si lo pruebo...

Acordaos de los quince días... Un gesto de M. Sans-délai me indicó que no le había gustado el recuerdo. Vuelva usted mañana nos decían en todas partes, porque hoy no se ve. Ponga usted un memorialito para que le den a usted un permiso especial.

En los diez meses que lleva en esta casa todavía no le hemos visto un día triste. Cuando no está arriba tocando el piano, está aquí jugando con los niños. No se conoce, no, señorita, que haya tenido pérdidas. Elena sintió que flaqueaba su valor. Con permiso de usted voy a subir... ¿Dónde está la escalera? La buena mujer la condujo hasta el primer peldaño de una escalerita estrecha y obscura.

¡Las cuatro! ¡La comida! me dijo una voz de criado, una voz de entonación servil y sumisa; en el hombre que sirve hasta la voz parece pedir permiso para sonar.

Dijo estas palabras acompañando a la recién venida, que ya se retiraba y que se negó tenazmente a hacer uso del carruaje. Ven, hija mía dijo la duquesa a su hija , ven, con permiso de tu maestra, a saludar a tu buena amiga. María no sabía qué pensar de lo que estaba viendo y oyendo. La niña abrazó a aquella que la duquesa llamaba su buena amiga.

La cual debió ser bien terrible para ella; porque apenas me hube levantado yo de la cama al día siguiente, y eso que madrugué tanto como el sol, apareció como un fantasma en mi cuarto, después de haberme pedido permiso para ello entreabriendo la puerta con mucho cuidado.