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Así se prueba en El peregrino en su patria, de Lope, pues, aun siendo una ficción, seguramente se funda en una costumbre arraigada en España, hablándose en él de autos, que se representaron el día de Santiago, después en las bodas de Felipe III con la archiduquesa Margarita, y, por último, para solemnizar la conclusión de la paz entre España y Francia.

Celebradísimo fué el papel de el Engañado por peregrino y caprichoso, sacando, al mismo tiempo que le acababa, otro del pecho el Engañador, llamado así en la Academia y en los tres hemisferios , y fiscal de la presente, que decía desta manera: «PRONÓSTICO Y LUNARIO DEL A

Forzoso es decir que Benedicta jamás paró mientes en los arrumacos del vecino, ni lo miró a hurtadillas y ni siquiera desplegó los labios para desahuciarlo, diciéndole: «Perdone, hermano, y toque a otra puerta, que lo que es en ésta no se da posada al peregrino».

Y le envidian al triste viajero cuando cruza la tierra veloz... ¡Ay! ¡no saben que dentro del alma existe un vacío do falta el amor! Volverá el peregrino a su patria, y a sus lares tal vez volverá, y hallará por doquier nieve y ruina, amores perdidos, sepulcros, no más.

En tanto, pues, que la morisca cristiana su peregrina historia trataba, tuvo clavados los ojos en ella un anciano peregrino que entró en la galera cuando entró el virrey; y, apenas dio fin a su plática la morisca, cuando él se arrojó a sus pies, y, abrazado dellos, con interrumpidas palabras de mil sollozos y suspiros, le dijo: ¡Oh Ana Félix, desdichada hija mía!

Las sabias formas laberínticas del canon sucedieron a la sencillez soberana, de donde resultó que la hermosa idea se multiplicaba, y que de tantos ejemplares de una misma cosa formábase un bello trenzado de peregrino efecto, por hablar mucho al sentimiento y un poco al raciocinio, juntando los encantos de la mística pura a los retruécanos de la erudición teológica.

Sin embargo, don Manuel estaba muy triste en aquella tarde oscura de septiembre. Miraba a Carmen jugar en el amplio salón, con aquel apacible sosiego que era encanto peregrino de la criatura.

Cuando doña Luz iba por la calle, con Juana, su anciana criada, o cuando iba a la iglesia, grave, silenciosa, vestida toda de negro, con basquiña y mantilla, decían algunos mozos estudiantes, que había en el lugar, y que entendían más hondamente que los demás de estética y de otras doctrinas de amor y poesía, que doña Luz parecía una garza real, una emperatriz, una heroína de leyendas y de cuentos fantásticos; algo de peregrino y de fuera de lo que se usa; el hada Parabanú; la más egregia de las huríes.

En otros tiempos solía vestirme de peregrino para ir a la busca, pero los chicos me seguían como unos bobos y los guindillas me amenazaban con llevarme a la prevención. ¿Por qué, señores míos?... Lo que yo les decía: ¿Qué somos todos en este mundo, mas que peregrinos que vamos pidiendo a los demás y caminando hasta llegar al final de nuestra vida?

2 Y tomó Jetro, suegro de Moisés a Séfora la mujer de Moisés, después que él la envió, 3 y a sus dos hijos; el uno se llamaba Gersón, porque dijo: Peregrino he sido en tierra ajena; 5 Y Jetro el suegro de Moisés, con sus hijos y su mujer, llegó a Moisés en el desierto, donde tenía el campamento junto al monte de Dios;