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Un dolor inmenso, agudo, cruel palpitaba sólo en aquella estancia, y unos ojos fijos, atónitos, sin lágrimas, reflejaban los átomos de claridad que aún vagaban perdidos por el ambiente. ¿Cuánto tempo permaneció así? Los pajarillos que vinieron a posarse a la madrugada sobre los hierros de los balcones acaso pudieran dar respuesta.

Los franceses defenderían el país, reconquistando además los territorios perdidos; pero eran los cosacos los que iban á dar el golpe de gracia, aquellos cosacos de que hablaban todos y muy pocos habían visto. El único que los conocía de cerca era Tchernoff, y con gran escándalo de Argensola escuchaba sus palabras sin mostrar entusiasmo. Los cosacos eran para él un simple cuerpo del ejército ruso.

Las asiduas ocupaciones del comercio y las vicisitudes por que había pasado su existencia, no le habían consentido satisfacer esta pasión sino de una manera precaria en los ratos materialmente perdidos. Pero desde que pudo dejar el escritorio confiado a algunos fieles dependientes, entregóse de lleno con alma y vida a tan útil y honesta distracción.

En otras circunstancias no le hubiese importado la pobreza; sabía que la falta de hacienda empujaba a las aventuras heroicas. Pero, ahora, su instinto presentía un amoroso desastre, a causa de aquellos bienes perdidos.

»Sentí entonces que el corazón se me oprimía y me quedé sin aliento. Era aquélla la primera vez que le veía llorar, y esto me revelaba que ya no había esperanza. » ¡Estamos, pues, perdidos! exclamé. ¿No conoce usted ningún recurso? ¿No puede inventar ningún remedio? » Todo es inútil ya me respondió.

Los criados del Círculo no cesaban de ir y venir con bandejas en las manos. En cambio, la descripción de las cataratas del río Piedra produjo un escándalo de palmadas y vítores y me la hicieron repetir tres veces, con lo cual gané lo menos veinte minutos de los perdidos.

Contigo no regateo, porque me eres simpático a pesar de tus necedades. Pero no me faltes el domingo a la misa de la casa: aléjate del chiflado de Salvatierra y todos los perdidos que se juntan con él. Y si no haces esto, nos veremos las caras, ¿sabes, Fermín? y yo acabaremos mal.

El Capitán les indicó, con un ademán de desesperación, las ramas esparcidas por el suelo. ¡Ah, ladrones! rugió Cornelio, pálido de ira. ¡Estamos perdidos! exclamó el piloto. En efecto, la chalupa ya no estaba allí. Aunque había sido perfectamente escondida entre las yerbas y luego recubierta de ramas y de hojas, o los piratas o sus enemigos la habían encontrado y se la habían llevado.

¿Para qué ni por qué? Antes, me alegro de ello, porque me exime de toda responsabilidad en lo que ha de suceder mañana. ¿Qué temes que suceda mañana? No temo, sino que doy por hecho que esos pedacitos de mi corazón, de todas maneras han de salir unos perdidos, como y como yo. No puede dar otra cosa el terreno... Oye un instante; ese que entra, ¿no es, Monteoscuro? El mismo señor duque.

Es cierto respondió el clérigo, cuyos ojos claros, azules, vagaban perdidos por el paisaje, que empezaba a desembozarse del manto oscuro de la noche y salía fresco y hermoso y goteando todavía de su baño prolongado. ¿Quiere usted que le recemos cinco padrenuestros? El sacerdote se despojó del sombrero en silencio y comenzó en voz baja a decir el padrenuestro.