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Pero están tristes, se adivina que harían cualquier sacrificio por evitar lo que se les viene encima. El pueblo gritará de entusiasmo en el primer instante, como grita siempre que lo llevan á su perdición. Las clases superiores no tienen confianza en el porvenir; callan ó mienten, pero en todos se adivina el presentimiento del desastre. Ayer hablé con tu padre. Es francés y es rico.

El demonio entra y sale por ella cuando le place. No importa: una Salomé le hechizó, una virgen le salvará. Esperad dijo después, y tomando de encima del altar un estoque de plata, dirigiole la punta hacia los ojos. El mancebo sintió un soplo glacial en la frente. Os confesaréis de toda vuestra vida sin hablar palabra de , pena de perdición agregó entonces el mago, dejando el acero.

No te muestres, aunque por ventura lo seas -lo cual yo no creo-, codicioso, mujeriego ni glotón; porque, en sabiendo el pueblo y los que te tratan tu inclinación determinada, por allí te darán batería, hasta derribarte en el profundo de la perdición.

Me alegro de no ser cándido, y de ir derecho a la virtud, y en cuanto cabe en lo humano, a la perfección, sabedor de todas las tribulaciones, de todas las asperezas que hay en la peregrinación que debemos hacer por este valle de lágrimas, y no ignorando tampoco lo llano, lo fácil, lo dulce, lo sembrado de flores que está, en apariencia, el camino que conduce a la perdición y a la muerte eterna.

Estupiñá siguió aún más de una semana sin salir de casa, y el Delfín iba todos los días a verle ¡todos los días!, con lo que estaba mi hombre más contento que unas Pascuas, pero en vez de entrar por la zapatería, Juanito, a quien sin duda no cansaba la escalera, entraba siempre por el establecimiento de huevos de la Cava. Perdición y salvamento del Delfín i

Le daban miedo el ruido y el movimiento de Buenos Aires, a pesar de que venía de Europa. Eran las impresiones de la niñez que persistían en ella. Se apiadaba de su compañera de viaje; ¡pobre niña! ¡sola en aquella tierra de perdición llena de extranjeros!... Miró Conchita la ciudad con el ceño fruncido y apretando los labios. Es grande, ¿eh, paisana? dijo Isidro. ... grande es.

Que S. I. se abandonaba en brazos del Provisor para todo lo referente al gobierno de la diócesis. Esto, según unos, era la perdición del clero y el culto, según otros una gran fortuna; pero todos convenían en que el bueno de Camoirán no tenía voluntad.

Y como si la cancioncilla del tío fuese la señal para que comenzase la música de las niñas, éstas atronaron el salón con el tecleo del piano y los gorjeos esforzados. Don Juan cobró ánimos con este estrépito. Al ver que los muchachos sólo atendían al piano, siguió hablando, pero levantó más la voz, con gran alarma de su hermana. Marchas a tu perdición, Manuela.

La ruina física de Gabriel despertaba en ella honda conmiseración, evocando al mismo tiempo maliciosas suposiciones. ¡Lo que te habrás divertido por esos mundos!, ¿eh, sobrino? Para ti, la guerra fue una perdición. Ahora estarías en tu silla del coro, y ¡quién sabe si llegarías a ser otro don Sebastián!

Libre se ve Ismail por su bravura cuando creyó su perdicion ya cierta, y los brazos le tiende, y en un punto contra su bravo corazon le estrecha. ¡Pide dícele al fin cuanto quisieres, que por mucho que pidas, recompensa pareceráme poco cuanta darte mi potestad y mi cariño puedan!