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Influía muchísimo en este aumento el recelo que Juanita tenía de perder a su desdeñado adorador, de que este acabase por sanar de su pasión desgraciada y de que al fin cediese a las insinuaciones o casi mandatos de su hija. Dice un precepto vulgar: «Lo que no quieras comer déjalo cocerPero apenas hay hembra que cumpla con tal precepto cuando se aplica a cosa de amores.

En seguida aparece la Sombra, como símbolo del pecado; oye con rabia y desaliento el himno, que resuena desde lejos, y conjura á los espíritus de las tinieblas á que se unan con él, si no han de perder para siempre el señorío del mundo. No largo tiempo después se presenta el Príncipe del Averno, envidioso y colérico contra el hombre, que ha de disfrutar al fin de la bienaventuranza.

Bueno estaría que ahora que vamos a perder a Cuba, resto de nuestras grandezas, nos diéramos esos aires de señores y midiéramos el paso.... La Regenta no oía a su marido; el drama empezaba a interesarla de veras; cuando cayó el telón, quedó con gran curiosidad y deseó saber en qué paraba la apuesta de don Juan y Mejía.

Causaba lágrimas de consuelo el oirle a ésta con tanto agrado, devoción y dulzura sacrificar a JESUCRISTO su juventud, sus prendas, sus hijos y su vida: protestando, que sentía en el alma no poderla perder mil veces, en desagravio de las ofensas, que reconocía haber hecho a su Redentor, cuyo perdón esperaba, por los méritos de su sangre y por la intercesión del amparo de pecadores MARIA, cuyo tierno amor, decía, que nunca había podido arrancar de su corazón.

Alza ese rostro noble caballero, Porque a la libertad pierde el derecho, Perdiendo en la prisión el prisionero El ánimo que debe al noble pecho. Esos suspiros tiernos, ese fiero Dolor, no corresponde a lo que has hecho; Ni menos es tan grande aquesta herida Que cause indicios de perder la vida.

El buen Pinzón, arreglador de las famosas carabelas, se santiguaría con un asombro de marino devoto si resucitase en este buque y viese sus brujerías. Y él y los grandes navegantes de su tiempo, que avanzaron con los ojos en la brújula, podían reírse a su vez de los nautas fenicios, griegos y cartagineses, que no osaban perder de vista las montañas.

Núñez guardó silencio unos instantes, sacó un cigarro, lo encendió y arrellanándose con toda comodidad en una butaca dijo: Siempre he sospechado que el talento me había de perder.

Si es que vuestra grandeza quiere llevar adelante el hacerme merced sin yo merecerla, déjeme que yo me las haya conmigo, y que yo me sirva de mis puertas adentro, que yo ponga una muralla en medio de mis deseos y de mi honestidad; y no quiero perder esta costumbre por la liberalidad que vuestra alteza quiere mostrar conmigo.

Los galeones fueron siempre disparando artillería á las galeras que los seguían, haciéndolas estar bien largas dellos, sin perder de hacer su camino. Perdiéronse nuestras galeras tan ruinmente, que entre todas sólo dos ó tres pelearon. La Mendoza de Nápoles quedó sin gente: toda murió combatiendo.

Lo siento, lo siento mucho; pero, como comprenderás, no debo perder la colocación que el pobre don Crisanto me ha buscado. Con lo que gane yo en Santa Clara habrá lo necesario en esta casa para que tía Pepilla no tenga que trabajar en sus flores, ni con la chiquillería. ¡Gracias a Dios!