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El viajero puso dique a una marea de preguntas indiscretas que se asomaban a sus labios, y volviose hacia la ventanilla para no perder la hermosa decoración que le ofrecía la Naturaleza.

Quiero mucho á aquella dama me dijo ; quiero ir á casa de aquella dama... y yo resistí, porque aunque yo no era asustadizo, me asusté... me asusté porque vi á dónde me llevaría la necesidad de halagar á su alteza para no perder su favor... y me vi obligado á ceder... hizo el diablo que el príncipe viese otras dos veces en el mismo coliseo á doña Ana, y ya fué imposible resistir á su voluntad... me hubiera arrojado de , si me hubiese negado.

Un americano se había ido con un millón; un inglés había ganado diez mil libras esterlinas con cinco luises prestados... Así continuaba relatando los prodigios vistos en el Casino. ¿Y aún había quien aseguraba que todos, absolutamente todos los jugadores acaban fatalmente por perder?...

Hombre ordenadísimo era Zapata; pero de tal modo le dominaba su esposa, que hasta le hizo perder sus cualidades eminentes; y el que tan bien supo administrar los caudales del ejército, veía perderse los suyos, olvidado del arte para conservarlos.

Pero antes de emprender esta obra, procuró armarse y fortalecerse con aquellas virtudes que reconocía necesarias para tan ardua y difícil empresa, porque le adivinaba presagioso su corazón que el común enemigo se había de poner en armas para no perder la tiránica posesión y señorío de una gente, que hasta entonces, con injuria de Dios Nuestro Señor, había estado siempre á su devoción.

Sabía de varios tenientes generales que habían sido otros tantos Farnesios y Spínolas, sin que lo sospechara el mundo; y sacaba a relucir la historia de tal brigadier que si, conforme no mandó, hubiera mandado la acción de tal parte, hubiera conquistado la gloria de un Napoleón, en vez de perder las posiciones, como en efecto las había perdido el general inepto.

Lo primero que pensó fue cómo había retoñado tan de repente la infame planta del odio que ella creía seca y muerta, o al menos moribunda. Le miraba, y mientras más le miraba, peor... Se volvió del otro lado respondiendo con sequedad: «Nada». ¿Sabes lo que dice la tía?... oye... La opinión de la tía aumentaba la malquerencia de la sobrina y el vivo deseo de perder de vista a su marido.

¡Oh, Dios mío! dijo el rey ¡si esto durara mucho!... Durará... todo lo que quieras que dure, Felipe... ¡oh! ¡y qué feliz soy! pero hay alguien á quien debemos mucho, que llora por nosotros, y cuyas lágrimas es necesario enjugar. ¡Doña Clara! Doña Clara... y voy... sin perder un momento.

Sin perder pues la identidad y solo por sucesion de percepciones de identidad, hemos llegado á adelantar en la ciencia, y habiendo partido de una proposicion tan estéril como círculo = círculo, nos encontramos en otra por la cual podemos desde luego calcular el valor de un círculo cualquiera con tal que se nos su radio.

La dificultad en el raciocinio no se quita con estas frivolidades mas propias para perder el tiempo en la escuela que para enseñar. Cuando el discurso se traslada de los ejemplos á la realidad, no encuentra nada semejante: y entónces ó se olvida completamente de las reglas, ó despues de haber ensayado el aplicarlas continuamente, se cansa bien pronto de la enojosa é inútil tarea.