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Volvió un día a pelear, con trescientos héroes, con los trescientos libertadores. Libertó a Venezuela. Libertó a la Nueva Granada. Libertó al Ecuador. Libertó al Perú. Fundó una nación nueva, la nación de Bolivia. Ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos. Todo se estremecía y se llenaba de luz a su alrededor. Los generales peleaban a su lado con valor sobrenatural.

Historia del Descubrimiento, y Conquista de la Provincia del Perù, y de los sucessos de ella, y de las cosas naturales, que en la dicha Provincia se hallan, por Agustin de Zarate. Verdadera Relacion de la Conquista, del Perù, y Provincia del Cuzco, embiada al Emperador Carlos V. por Francisco de Xerèz.

De este modo siguieron la defensa, hasta que murieron todos los que tuvieron la temeridad de emprenderla: cuyo hecho se hará muy dudoso, á cuantos por las distancia ó por el equivocado concepto en que habian tenido hasta ahora á los indios del Perú, no puedan hacer un cabal juicio del valor con que despreciaron sus vidas, por sostener tan terrible sedicion.

Como raza indígena, la considero superior, no sólo a la nuestra, que es la primera en barbarie y atrofía intelectual , sino también a la del Perú, que no tiene los instintos de dignidad que caracterizan a la colombiana.

En la mente imparcial y filosófica del bermejino se presentaba como un contrasentido espantoso el que su Gobierno tratase de ahogar en sangre aquella rebelión, al mismo tiempo que estaba auxiliando la de Washington y sus parciales contra los ingleses; pero D. Fadrique, murmurando y censurando, sirvió con energía á su Gobierno, y contribuyó bastante á la pacificación del Perú.

Entretanto el Perú, cuya jurisdicción alcanzaba hasta las provincias septentrionales de la Argentina, Quito, el virreinato de Santa Fe, la capitanía general de Venezuela, eran teatro de las horribles escenas suscitadas por la codicia gigante de los reyes de España, tan ferozmente secundada por sus agentes.

Llevaba muy mal la piedad de los españoles que la codicia destruyese y acabase aquellos pueblos é infamase el buen nombre de la nación, y no menos se sentía la fe de que tales maldades de los suyos la desacreditasen ó hiciesen sumamente abominable con todas aquellas naciones; pero por no romper á las claras con aquellos mercaderes y alborotar la provincia, no se atrevían los Regidores á reclamar en Tribunal Supremo; hasta que los años pasados, estimulados de nuestros misioneros, de los Moxos y de los Chiquitos, se quejaron gravemente en la Real Audiencia de Chuquisaca, pero por haber ido á defender mercancías tan inícuas en la Audiencia cierta persona de mucha autoridad y juntamente muy rica y poderosa, aquel sapientísimo Senado, temeroso de alguna revolución en la provincia, tuvo por consejo más acertado remitir toda la causa al Príncipe de Santo Bonol Virey y Capitán general de estos Reinos de Perú, quien con cristiana piedad despachó rigurosas provisiones, so pena de perdimiento de bienes y destierro del país, á cualquiera que osase comprar y vender á los indios: y al Gobernador que lo permitiese, condenó en privavación de oficio y multó en doce mil pesos para el Fisco Real.

Vagaba por las repúblicas del Pacífico, cambiando de ocupación, unas veces en las salitreras de Chile, otras en las minas de Bolivia y del Perú, cuando estalló la guerra, y volvió á Francia para incorporarse al ejército.

Ningun historiador de los que yo conozco ha sufrido en su fama de hombre honrado un entredicho como el que le ha puesto el tosco narrador Pedro Pizarro en su Relacion del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú, acabada en 1571 y publicada, aunque tarde , ántes que los escritos que pretendia desacreditar.

Y me preguntaba: «Pero ¿qué había aquí antes de que ellos llegasen? ¿Qué comía la gente?...». La gente era escasa, y para comer solo había maíz, mandioca y carne del huanaco. Esto a juzgar por lo que yo he visto en mi tierra. Dicen que en el Perú y en Méjico había mayores medios, porque era más numerosa la gente.