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Los cuernos de los toros no le daban miedo. «Peores cornás da el hambreLo importante era subir de prisa, y el público le había visto comenzar como espada, logrando en pocos años una inmensa popularidad. Le admiraban por lo mismo que tenían su desgracia como cierta. Enardecíase el público con infame entusiasmo ante la ceguera con que desafiaba a la muerte.

No acaba una de ver verdades que parecen mentiras... En fin, otros son peores que este D. Carlos, que al cabo da algo, aunque sea por cuenta y apuntación... Peores los hay, y tan peores... que ni apuntan ni dan... El cuento es que con estos dos duros no se me arregla el día, porque quiero devolverle a Almudena el suyo, que bueno es tener con él palabra.

Porque lo cierto es que yo había llegado a Tablanca por primera vez en el rigor del invierno y en las peores condiciones que pueden imaginarse para la aclimatación en aquel «medio», de un hombre de mis antecedentes; y vistas a la luz del sol estival, tenían aquellas mismas cosas aspecto muy distinto.

Al contrario; hay que temerles, Cornelio, y haremos bien en huir. Pero ¿adónde? Nos alcanzarán, señor Van-Stael dijo el piloto . Con esas grandes velas tienen que correr más que nosotros. Nos dirigiremos a la costa. ¿A las islas del Estrecho? ¿Estás loco, viejo lobo? Los habitantes de ellas son peores que los papúes, y nos matarían en seguida. ¿Entonces a Nueva Guinea?

Pues bien, amigo y Padre: por mi bendito primo y por un tal Rufete que sería igual a mi primo si no fuera más exagerado, más vacío de mollera y de peores intenciones, que en una reunión semi-secreta que varios patriotas tienen en la plaza de San Javier han acordado dar un susto a Vuestras Paternidades.

Agregue usted a esto que la naturaleza reparte sus dones con economía, y dando fuerzas a aquel a quien negó el talento, corre el satírico gran riesgo en las Batuecas de que su cabeza se encuentre en el mismo camino de un garrote, encuentro siempre que puede traer peores consecuencias para la primera que para el segundo. Bien, pues, no sea usted satírico: sea usted justo no más.

Concluyó por enfadarse consigo mismo. ¿Á qué tomarlo tan á pechos? ¡Vaya una jaqueca tonta la que se estaba buscando! Si se marchó, buen viaje. Las consecuencias del rompimiento serían peores para ella; porque él se quedaba en su casa, y ella... ella Dios sabe adónde iría á parar.

Ambos habían olvidado de repente el español, y cada uno barboteaba las peores palabras de su respectivo idioma. Luego contempló á la marquesa de Torrebianca, que suspiraba como una niña, apoyándose en Watson. «¡Sólo nos faltaba semejante escándalo! se dijo . Temo que alguien va á morir por culpa de esta mujer

Vióse precisado Memnon á darle quanto tenia, y gracias á que en aquellos venturosos tiempos no habia peores resultas que temer; que aun no estaba descubierta la América, ni eran las hermosas damas afligidas tan peligrosas como ahora. Confuso y desesperado Memnon se volvió á su casa, donde encontró una esquela convidándole á comer con unos amigos íntimos.

Peores golpes habían caído sobre él en su vida. Y se dedicó á sermonear á los pequeños para que fuesen prudentes. De todo lo que habían visto, ni una palabra á nadie. Eran asuntos que convenía olvidarlos. Y lo mismo repitió á su mujer, que hablaba de avisar al médico. Valía esto tanto como llamar la atención de la justicia. Ya iría curándose él solo; su pellejo hacía milagros.