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Tanto y tanto le predicó, que al cabo el pobre muchacho hizo propósito de ir; y al día siguiente, en un rato que le dejó libre la botica, tomó el camino de la calle de Tabernillas, más muerto que vivo, pensando en lo que diría y lo que callaría, con la penita muy acentuada en la boca del estómago, lo mismo que cuando iba a examinarse.

Señora, ¿qué ha dicho usted? preguntó el estudiante vivamente. Eso me parte el corazón porque es una verdad en que estaba yo pensando ahora. : no le aman á usted como se merece repitió Paulita. Su tío es demasiado duro.

Es del notario de mi familia. Esta carta, llegada de Italia, le daba cuenta de la muerte de su madre. «Desde que usted se marchó á América, la salud de la señora marquesa quedó tan profundamente quebrantada, que todos esperábamos tal desgracia de un momento á otro. Ha muerto pensando en usted. Su nombre fué lo último que balbuceó en su agonía.

Quizá, sin embargo, hubiera sido preferible que Eppie llorara algo más. En una media hora estuvo limpia, habiendo Silas vuelto la espalda para ver qué haría con la faja de lienzo; la tiró al suelo, pensando que Eppie se quedaría quieta el resto de la mañana sin que fuera preciso atarla.

Le ayudaré; seré su abnegada compañera, su esclava, y le amaré tanto que acabará por ser dichoso...» Todas las noches me dormía pensando en ti y rezaba también por ti... ¡Porque sabrás que tengo sentimientos religiosos...! LEONIE. ¡...! No lo tomes a broma. Estoy segura de haberte preservado de algunos peligros. CIRILO. ¡Qué extraño...!

Al ver que llegaba la mañana y no aparecía, la pobre estaría desesperada, pensando que quizá me habría ocurrido alguna desgracia. Comenzaron a salir las lanchas pescadoras. Grité, pero iban demasiado lejos para que me oyesen; tampoco era fácil que me pudieran ver.

Y pensando en estas expediciones, en la suerte de los pobres soldados y en la resistencia que oponían los insulares al yugo estrangero, pensó que, muerte por muerte, si la de los soldados era sublime porque cumplían con su deber, la muerte de los insulares era gloriosa porque defendían su hogar. ¡Estraño destino, el de algunos pueblos! dijo.

Aquellas palabras duras del señor Arizmendi, más que ofender le extrañaron. Joshé no tenía ninguna malicia, toda su vida la había pasado pensando en la música, y de otras cosas nada sabía.

Pensando en un castigo imposible, te envenenas el alma. Renuncia también a la agitación de la política y no conspires, no seas instrumento de ambiciones de príncipes. Retírate a nuestro pueblo, busca en la paz la reparación que necesitas y cúrate con la medicina del olvido.

Pensando iba en ellas cuando él y sus escuderos vieron venir por el camino á dos hombres que desde luego llamaron toda su atención.