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No, responde instantáneamente cualquiera que esté en su sano juicio; esperar este accidente seria un delirio; tan seguros estamos de que no se realizará, que si se pusiese nuestra vida pendiente de semejante casualidad, diciéndonos que si esto se verifica se nos matará, continuaríamos tan tranquilos como si no existiese la condicion.

Por cierto que un periódico que á poco se publicó, llamado La Platea, apareció llevando en la portada una vista de la sala del coliseo grabada en madera, que, aunque de tosco dibujo, da idea de cómo estaba en sus comienzos el interior del teatro, con su gran lucerna de aceite pendiente del techo, sus anchas lunetas, su tertulia de señoras y su telón primitivo, pintado por D. Antonio Cabral Bejarano.

Estuvo un rato pendiente de ella sin morir, y atribuyendolo á milagro cortaron la soga los que estaban presente, y le libraron.

Con frecuencia, cuando la naturaleza, en todo el esplendor de sus galas otoñales, y con todos sus bosques diademados de oro y de púrpura, sonríe al sol poniente, yo me siento en la pendiente de un ribazo, bajo alguna añosa encina, y releo los ingenuos bucólicos de los primeros tiempos, la candorosa historia de Ruth y los cantos de amor de Salomón.

No es como en Francia, donde andábamos siempre á puñadas con los hombres y con la rodilla en tierra y la mano abierta ante las mujeres. ¡Qué tiempos aquellos! Con tal que vuelvan pronto.... Y además, se trata de saldar una cuentecilla pendiente.

La montaña estaba delante, y el camino comenzaba a ser harto pendiente y agrio para un paseo higiénico. D. Fermín propuso descansar en un bosquecillo de robles que señoreaba el camino: subieron a él y se sentaron. «Ya estoy cogido; preparémonospensó Andrés.

Y ellos, regocijados por la alegría de la vieja, reían como niños grandes, con una carcajada sonora que marcaba bajo la piel la fuerte osamenta de las mandíbulas y dejaba al descubierto el luminoso marfil de unas dentaduras envidiables. La vieja se levantó la falda para rebuscar en una bolsa de lienzo pendiente sobre las enaguas, donde guardaba el capital de su comercio.

Es cierto que la hermosa fuente no es abundante, sobre todo durante los calores del verano, cuando sólo queda en la tierra la humedad de las nubes y la niebla; acostándose en el suelo para beber en la fuente, se ve disminuir su recipiente á medida que los labios la absorben; pero el pequeño depósito medio vacío se llena de nuevo, y el agua pura se desborda por la pendiente para emprender su viaje por el mundo exterior.

Adornaban la elevada campana de la chimenea ristras de chorizos y morcillas, con algún jamón de añadidura, y a un lado y a otro sendos bancos brindaban asiento cómodo para calentarse oyendo hervir el negro pote, que, pendiente de los llares, ofrecía a los ósculos de la llama su insensible vientre de hierro.

Y se dejó arrastrar por la pendiente de los pensamientos sombríos a una filosofía desesperada y pesimista. «Pues señor se dijo lacrimosamente , hay que aceptar el mundo y la humanidad como son... ¡Esta niña que yo creía tan sensible!... ¡Qué le vamos a hacer!... En la mujer no existe más que un afecto verdadero... ¿Estará tal vez enamorada esta chica?...»